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PUBLICACION REVISTA D

miércoles, 28 de noviembre de 2018

NO SOMOS INDIOS... SOMOS SERES HUMANOS


NO SOMOS INDIOS, NO SOMOS INDÍGENAS SOMOS SERES HUMANOS...

El trato en la sociedad guatemalteca e internacional ha sido desigual desde épocas pasadas. Se discrimina a las personas si son de un pueblo originario,  si se es de color, mujer, homosexual, migrante, albañil, ama de casa. La discriminación en nuestro país es tan fuerte que todo tiene un nombre.

Nuestras leyes plasmadas en la Constitución están muy bien definidas y sintetizadas, sin que ello signifique que se apliquen. Hablar de derechos humanos en Guatemala es preguntarse qué tanto hemos avanzado con nuestro sistema de justicia. “Avanzar” podría traducirse como el resultado obtenido acerca de la aplicación de nuestras leyes. Ello no coincide con la realidad porque quienes aplican estas leyes (magistrados, diputados, funcionarios, policías y demás) no aplican las normas como se indican en los artículos establecidos. 

 Entre las leyes y su aplicación hay una barrera del poder económico, político o de otra índole. Si se aplicaran no habría diferencia entre pobres y ricos. Si fuera el caso, se empezaría por aplicar las leyes a los poderosos y los grandes empresarios hasta quienes manejan a un grupo de personas a su servicio, donde es común que se violen los derechos de cientos de personas, y es aquí donde la corrupción toma fuerza y es tanto el auge de este fenómeno que las propias empresas han convertido esto en un fenómeno cultural. A la gente pobre, independientemente de nuestro origen o rasgos físicos, cuando cometemos algún delito, la ley cae encima de nosotros con todo el sobrepeso que tiene. Sin embargo, cuando el delito es cometido por poderosos, la ley resulta obsoleta porque entre ellos se protegen; vivimos en un país de ricos con gran influencia en la política y son ellos quienes manejan las leyes.

La corrupción y la discriminación sobrepasan cualquier valor humano en una sociedad como la nuestra. Desde hace bastante tiempo he dedicado mi tiempo y de parte de mi vida a la defensa de los derechos de los pueblos originarios, me parece que hay un hecho que no debemos olvidar, y es que en las sociedades occidentales, y esto es así desde la Edad Media, la elaboración del pensamiento jurídico se hace esencialmente en torno del poder real. El edificio jurídico de nuestra sociedades se construyó a pedido del poder real y también en su beneficio, para servirle de instrumento o de justificación” (Michael Foucault: Defender la sociedad). Lo dicho por Foucault no sólo aplica y funciona en las sociedades occidentales, alejadas de nuestra realidad; esta premisa se comprueba de manera diaria en la sociedad guatemalteca, donde los más oprimidos somos la gente que vivimos en los pueblos originarios, estas leyes no nos rigen como sociedades pequeñas. Como pueblos originarios tenemos en cada sociedad cultural, nuestras propias leyes, las cuales nos rigen como pueblo o comunidad; donde el favoritismo es un asunto grave se tenga o no poder económico, la ley aplica igual para todos. Las leyes internas, la mayoría de las cuales no están escritas, son altamente efectivas en comparación con las plasmadas en la Constitución. Sin embargo, es muy difícil que estas sean reconocidas y, en términos discriminatorios, les llaman “usos y costumbres” cuando deberían llamarse leyes o sistemas de justicia.

La discriminación se sigue dando en las grandes y las pequeñas ciudades. En Guatemala se sigue creyendo que ser monolingüe en español es mucho mejor que hablar Quiche(o cualquier otro idioma maya), xinka, garifuna u otro idioma originario. Significa que el ser bilingüe o trilingüe en idiomas(porque no son lenguas ni dialectos) originarios sigue siendo “menos”. 
No tenemos filosofía sino cosmovisión, no tenemos arte sino artesanía, no tenemos sistemas de justicia sino usos y costumbres, no tenemos idioma sino dialecto y así una serie de cosas donde nuestro trabajo siempre ha resultado ser de menor calidad o prestigio. La discriminación hacia los que pertenecemos a algún pueblo originario se da de manera diaria. En una conferencia mencionaba que a nosotros, la gente xinka, maya u otra, siempre se nos ha medido por lo que no hacemos y no tenemos, nunca por lo que hemos hecho y tenemos, siempre se me ha visto como indigena mestizo o como maestro de escuela pública (profesor) y jamás como doctor en educación o pedagogo.

En nuestra historia, esa historia de nosotros que se ha contado muy poco, podemos encontrar que hasta antes de la Independencia y desanexión de México, más del 60 porciento de la población hablaba al menos una lengua originaria. 200 años después, nuestro Estado-Nación acabó casi por completo con las lenguas originarias y se volvió cada vez más monolingüe en español, usando como poder de exterminio la discriminación a la gente hablante de otra lengua. Los conceptos que crecieron durante estos años y se convirtieron en términos usuales en la vida cotidiana son el de indio o indígena, asociados a pobreza, marginación, retraso mental. Todo para asociar a las personas y los pueblos con una cultura, una lengua y un vestido propio. Muchos de estos términos siguen reluciendo en la sociedad mexicana, hondureña, peruana o guatemalteca, donde no se ha entendido que somos pertenecientes a una cultura propia, con una lengua propia y demás, no somos seres extraterrenales sino humanos, pensantes. Independientemente de la condición económica que tengamos o la preferencia sexual, merecemos respeto como cualquier persona, en este mundo donde vivimos y convivimos de formas distintas. Por ello, no somos indios, no somos indígenas, somos seremos humanos que exigimos respeto.

En cuanto a la exigencia y respeto de los derechos humanos, muchas personas pertenecientes a un pueblo originario que han conseguido el respeto a su dignidad humana, después de pasar por cárceles, torturas, amenazas, desaparición de familiares, tratos inhumanos, si no es que mueren “accidentalmente” o desaparecen. Si  el afectado es un líder político o algún empresario, la investigación se lleva hasta sus últimas consecuencias, previendo anticipadamente no perjudicar al compadre o a otro de la misma posición política y/o económica. Por tanto, los derechos humanos sí existen y se ejercen, pero sólo para unos cuantos.

 A las comunidades no se les asesora acerca de ellos, y a pesar de que la Constitución se ha traducido a varios idiomas indigenas, su utilidad es nula porque las copias nunca llegan a las comunidades, y en caso de hacerlo, siguen siendo obsoletas porque poca gente sabe leer en castellano, y menos en su idioma originario. Las constituciones hasta ahora traducidas, en vez de ser documentos que ayuden a la gente para la que se traduce, resultan inentendibles porque confunden más a los hablantes al hacerse solamente en alguna variante lingüística, muchas veces la dominante y otras ni eso. O simplemente fueron traducidas por los primeros que encontraron y dijeron hablar la lengua; les encargaron la traducción sin que contaran con experiencia en cuanto a los sistema de justicia, o cómo traducir. Si se toman una Constitución en lengua Quiche y otra en español, uno la prefiere en español porque se entiende de manera espontánea, mientras que la escrita en idiomas indigenas cuesta trabajo entenderla. La traducción debe de ser entendible y claro, aún más si el documento es importante. La traducción no debe de hacerse por hacer. El traductor ha de estar capacitado y traducir en el lenguaje de la gente.

Los pueblos originarios consisten en comunidades o grupos culturales con su propio sistema de organización política y económica. No es verdad que alguna vez fuimos. Seguimos vivos, y desgraciadamente seguimos siendo masacrados y saqueados. El estigma se mantiene: los pobres, los indígenas, los indios, los campesinos, los indefensos, los albañiles, y si acaso tenemos una profesión, no importa si de educación superior o posgrado, se nos llama maestros bilingües  o, en términos igualmente discriminatorios, marchantes, mayitas, aldeanos, etc. Este estigma se reproduce de manera diaria en la televisión, en las casas de familias donde no se alcanza a dimensionar que no somos seres extraterrenales, no somos indios, no somos indígenas, sino seres humanos.

Los hablantes de un idioma originario diferente al español, los que tenemos como lengua materna al quiche, al xinka, al Garifuna, al mopán, pareciera que no somos guatemaltecos sino sólo indios e indígenas. Nuestros paisanos intelectuales o personas de una élite académica, cuando se refieren a nosotros, los que escribimos, los que abogamos por nuestra lengua y cultura a la cual pertenecemos, nos llaman “intelectuales indios, intelectuales indígenas o escritores indígenas”. Pareciera significar que nuestro trabajo literario, lingüístico, científico, matemático u otra no alcanza la calidad del que hace un intelectual monolingüe en español. Y todavía más, hay escritores e investigadores pertenecientes a un pueblo originario que por sí solos se hacen llamar intelectuales indígenas, sin entender que dentro de lo “indígena” hay una carga peyorativa arrastrada de siglos atrás.

En cuanto a la intelectualidad, lo que nos divide entre ser intelectual de habla española en Guatemala con serlo en otro idioma de un pueblo originario es la discriminación, porque de otro modo nos llamarían con nuestro propio nombre. Si analizamos estos conceptos, cuando nuestros colegas nombran a un intelectual no guatemalteco se refieren a él como alemán, francés, japonés, italiano o estadounidense, nunca hablan de ellos como intelectuales de montón, o indios. Entonces ¿cuánto nos cuesta decir intelectual maya, xinka, nahua, ñu savi, wixarika, tutunakú, tsotsil? Pareciera fácil solucionar pero en realidad es muy difícil. En primer lugar porque un guatemalteco de la ciudad no sabe que la Nación es multilingüe y desconoce cuántos idiomas se hablan en el pais. En ciudades como Guatemala(capital) se hablan decenas de idiomas originarios, sin contar otros idiomas extranjeros. Por todo ello, y más, no deberíamos ser considerados indios, indígenas ni otra categoría social con estigma negativo que transgreda nuestro condición humana. Antes que indios, indígenas, guatemaltecos, costeños... somos humanos. ¿Entonces por qué no se nos respeta y se nos sigue viendo cómo “diferentes”? Nuestros derechos humanos son exactamente los mismos, propios de seres pensantes, alegres, enojones. Así somos los humanos y no debería negársenos ningún derecho por pertenecer a un pueblo originario. Que vivamos alejados de la ciudad, o en un pueblo con carencias económicas, no quiere decir que no podemos disfrutar de nuestros derechos. La pobreza de la cual provenimos, en algunos casos extrema, es resultado de un Estado fallido, excluyente en cuanto a la repartición de bienes y la posibilidad de una buena educación. No somos indios, no somos autóctonos ni indígenas, somos humanos: niños, mujeres, hombres, abuelos y jóvenes.

jueves, 27 de septiembre de 2018

LAS MONTAÑAS DE LOS XINKAS: SANTA MARÍA XALAPAN


LAS MONTAÑAS DE LOS XINKAS

Santa María Xalapán está formada por 56 comunidades repartidas en 800 caballerías. Xalapan singnifica en Xinka "lugar de tierra arenosa" y en Nahuatl "Lugar de manantial sobre la arena". La localidad se encuentra entre cerros y montañas en el departamento de Jalapa, donde viven en medio de la pobreza y pobreza extrema la mayoría de sus cien mil habitantes que se autoidentican como Xinkas.

Del total de ese territorio, 232.27 caballerías de la finca Santa Gertrudis se encuentran en litigio con la municipalidad de Jalapa que se las apropio hace varios años atrás. “Se formó una mesa de diálogo, pero el Gobierno no ha puesto interés en solucionar este conflicto”.

“Los gobiernos y ONGs se aprovechan de nuestra pobreza para mentirnos”, dice Francisca López (69), del caserío Sarimal, aldea La Fuente, Jalapa, quien junto a sus cuatro hijos mayores de edad cuenta que apenas encuentran trabajo entre dos y tres días a la semana, y que les pagan Q25 al día. “Con eso solo tenemos para el maíz".

Wílder Jiménez, principal mayor de Santa Maria Xalapan “Aquí no puede intervenir ni el presidente de la República, porque somos autónomos, xinkas en resistencia, y desde hace 500 años tenemos nuestra forma ancestral de gobernarnos, nuestro territorio ganado con el sudor y sangre de nuestros ancentros a la corona española. Un acuerdo gubernativo reconoce nuestra autonomía”.

Grandes necesidades atacan
en las montañas de Santa María Xalapán las carencias abundan, desde las fuentes de trabajo, lo cual se refleja en la escasez de alimentos, hasta la falta de agua entubada.

A algunos hogares el líquido llega a través de un sistema de mangueras y otros recurren a pozos. En ambos casos, el agua no es potable, lo que repercute en enfermedades gastrointestinales.

“Cuando la población llega al Centro de Atención Primaria (CAP), no hay medicinas y el personal es muy escaso. Vamos al Hospital General de Jalapa, y la misma historia".

La sequía extendida aniquiló las cosechas y la roya del café arrasó con los empleos en las fincas. Los programas de asistencia social del Gobierno no llegan hasta ese lugar.

jueves, 2 de agosto de 2018

XINKA IDENTIFICATE


¿XINKA, GARIFUNA O MAYA TE IDENTIFICAS O TE AVERGÜENZA TU ORIGEN?

Mimetizarse,  ladinizarse o blanquearse solo sirve para evitar sufrir la discriminación y el racismo que el Estado Liberal busca en el país, el caso más espectacular y que casi pareciera sacado de una novela de García Márquez es lo sufrido por los Xinkas de San Cristobal Jutiapa,  que por medio del decreto legislativo del 13 de marzo de 1870 se ladiniza por decreto “y a partir de enero del próximo año se obliga a la gente a vestir de ladino” caso similar también en Santa Maria de Xalapan(Jalapa) y Nancinta (Santa Rosa) unas semanas después.
¿Identificarte como xinka si tus abuelos lo fueron?
Es necesario saber cuántos somos, pero es más importante saber nuestra historia, de dónde se viene, nuestra herencia. El censo debería ayudarnos a discernir eso y también en qué comunidades se debe invertir mejor el presupuesto para el bien de sus habitantes.

A muchos nos dió risa e indignación que la Corte de Constitucionalidad solicitara el peritaje socio cultural a la Universidad del Valle de Guatemala para preguntar si hay xinkas en Guatemala. Esto sólo deja en claro que seguimos con ideas del siglo de las luces y del positivismo al mejor estilo francés, en que algo tan evidente debe ser refrendado por la academia occidental para que “sea válido”.

El censo es una buena forma para determinar cuántos en realidad somos, una de las grandes dificultades creadas sigue siendo la discriminación.

Uno de los grandes problemas que enfrentamos en la actualidad es que desde la Reforma Liberal de 1871 el recién fundado Estado Liberal buscó eliminar todo signo de atraso (así se referían al periodo y gobierno de Rafael Carrera y Vicente Cerna), el pensamiento religioso católico, las costumbres de los “indios” y todo aquello que no permita el progreso del país. Los pueblos originarios en Guatemala causan rezago y por eso hay que eliminarlos; ese naciente Estado debe tutelarlos mientras se blanquean y dejan de ser indígenas.

El blanqueamiento de la sangre es una prioridad, por eso se exportan “europeos” en la última parte del siglo XIX, cómo en las Verapaces en donde a los alemanes se les venden tierras a precios de quemazón, para que traigan la industria y mejoren la raza. El documental “Los Civilizadores -Los Alemanes en Guatemala” nos narra como este grupo tiene grandes facilidades para desarrollarse en detrimento de los habitantes originarios de la zona.

Todavía existe ese imaginario racista en el país, el mejor ejemplo es cuando una persona se hace novio de un indígena o de alguien a quien consideran inferior, lamentablemente es normal escuchar comentarios tipo: “vos la cerote, en vez de mejorar la raza”.  Es decir seguimos siendo una mayoría racista y discriminatoria. ¿Cuántas veces hemos sin querer repetido estos conceptos racistas?

¿De dónde surge el ladino en el Estado Liberal? De la negación del pasado indígena –maya, garífuna o xinka– y optar por querer decir que se tiene sangre de preferencia europea, cuando en realidad muchos mestizos –ladinos– surgen de violencia sexual, el caso más conocido del finales del siglo XIX y primera parte del XX son las mujeres indígenas en donde los dueños de las fincas les pagaban a sus trabajadores alemanes y portugueses por “india embarazada” .

De la decisión de los padres para evitar que sus hijos sufrieran la discriminación que ellos mismos habían vivido. Es mejor dejar ser indígena para no sufrir; y a la vez tener más chance de ascenso social y obtener beneficios del Estado naciente.

A partir de aquí se encumbra la población mestiza –ladina– en la sociedad. Esto me hace pensar en los comentarios que escuché de una señora al maltratar a una locataria en el mercado y decirle: soy pobre pero no india…
Uno de los momentos más extraños que me tocó vivir sucedió cuando tenía unos 07 años:  llegar a la finca de mi abuela y encontrarla hablando con su hermana en un idioma que yo no entendia y me di cuenta muchos años despues que era parte de mi herencia indigena. Aun hoy muchos años despues escuchar a mi papá(blanco descendiente de españoles según el) maltratar los comerciantes (la mayoría de occidente) que vivían cerca diciendoles “indios”, cuando yo soy parte de uno de los pueblos originarios de Guatemala, el Xinka. ¡Que triste nuestra realidad!

Realmente el censo es una oportunidad de auto definirnos como parte de uno de los cuatro pueblos y aunque se han reportado casos en que los censistas omiten preguntar,  debemos exigir que se nos identifique como queramos, es decir que es una buena forma de salir de la dicotomía eugenésica que los segundos liberales (los primeros se establecen en el Estado de Guatemala dentro de la Federación Centro Americana entre 1824-1840) nos metieron y decir con orgullo que somos parte de cualquiera de los pueblos originarios.

¿Nos atrevemos a auto identificarnos como mayas, garífunas o xinkas si nuestros abuelos lo fueron? ¡Esto podría ser parte de subsanar nuestra historia personal, familiar y comunitaria, además de ver que en la diversidad existe y no es un pecado ser diverso, ser indigena!

jueves, 19 de julio de 2018

LA AUTOIDENTIFICACIÓN INDÍGENA UN DERECHO



LA AUTOIDENTIFICACIÓN ÉTNICA ES UN DERECHO Y OBLIGACIÓN PARA LOS PUEBLOS DE GUATEMALA.


Por: Ed D. César Castillo


Los pueblos Indígenas deben identificarse en el Censo 2018, más allá de que hablen o no su lengua materna, utilicen o no un traje regional principalmente para los pueblos que el gobierno, transnacionales y empresarios están extintos como el Xinka, para visibilizar su existencia y validar su voto ante las amenazas constantes de violación de sus derechos.

Con esta pregunta podrá hacerse visible la presencia de los pueblos indígenas en el Guatemala, lo que obligará al Estado a formular políticas sociales y económicas a su favor y deter su constante invisibilización y genocidio político económico.

“Que los pueblos indígenas estén visibilizados va a servir para obligar a los gobiernos a crear e invertir en las políticas sociales, económicas, asignación de recursos, eventualmente definir cuotas políticas; es fundamental que los pueblos indígenas se autoidentifiquen más allá de si todavía hablan o no el idioma materno”.

Esta pregunta de autoidentificación significa un avance en el reconocimiento de los derechos de los guatemaltecos, para conocer cuántos ciudadanos indígenas hay en el país , es insuficiente solo utilizar el criterio de lengua materna.

“En el pasado, para acercarse a la realidad indígena, los censos en general utilizaban el idioma materno. Eso responde a un contexto donde los pueblos indígenas eran vistos como objetos de las política pública y los xinkas en proceso de rescate de su idioma eran victimizados y etiquetados como ladinos o no indígenas por no hablar el idioma propio. Con las transformaciones, pasan a ser sujetos de derechos individuales y derechos colectivos. El criterio para este enfoque de derechos es la autoidentificacion, por eso es que los países desarrollados a partir de la ronda de censos del 2000 empiezan a transitar hacia la inclusión de la autoidentificación para decir cuántas son las personas que pertenecen a los pueblos indígenas”.

El censo es fundamental para obtener la información básica sobre las condiciones de vida generales de la ciudadania, formular políticas públicas, reconocer a la diversidad étnica y cultural del país, para avanzar al fin primordial de reducir las brechas sociales, laborales, económicas y asegurar los servicios fundamentales como la educación, salud y justicia entre otros.

domingo, 1 de julio de 2018

LAS PLANTAS MÁGICAS DE LOS XINKAS




Tipos y efectos de las plantas mágicas de los Xinkas


La intensificación de la imaginación y la fantasía es ciertamente el efecto más llamativo de estas plantas y de sus simples aunque potentes moléculas neurotrópicas. Tan es así, que las figuras geométricas e intensamente coloreadas que son características de su acción sobre la percepción visual se han tomado como los motivos de manifestaciones artísticas tan distantes como los petroglifos, las tablas xinkas o el arte pop o psicodélico de los años sesenta del siglo XX. Sin embargo, a pesar de tener efectos comunes, que permiten considerarlas como una gran familia de drogas psicodislépticas (para usar la interesante nomenclatura de Jean Delay), los efectos particulares justifican que consideremos dentro de ella a subfamilias particulares. Podemos distinguir claramente a seis de ellas, cuatro de las cuales son precisamente las de nuestro interés en este momento: los alucinógenos propiamente dichos, los cognodislépticos, los inductores de trance y los delirógenos.

ALUCINÓGENOS. Sustancias que producen alucinaciones. La mezcalina del peyote y psilocibina de los hongos son los ejemplos más característicos de la familia en México, y se relacionan con las plantas sagradas por excelencia. Su recolección y consumo se llevan a cabo en el marco de elaborados rituales.


En México: Peyote o péyotl (Lophophora williamsii), Hongo o teonanácatl (Psilocybe mexicana). En el mundo: Yopo (Anadenanthera peregrina).



INDUCTORES DE TRANCE. Aunque difícilmente llegan a producir alucinaciones, se encuentran en plantas utilizadas desde tiempos remotos. Producen un estado de letargo y languidez, en el cual los sujetos tienen una percepción incrementada hasta el punto de la irritación y una estimulación de la imaginación que se usa, de manera adivinatoria, en contextos rituales.

En Guatemala: Hoja de la pastora o xinka pipiltzintzintli(Salvia divinorum). En el mundo: Marihuana (Cannabis sativa).


COGNODISLÉPTICOS. Aunque sin duda estimulan la imaginación, difícilmente llegan a producir alucinaciones; más bien alteran mecanismos de la memoria, de tal manera que es difícil recuperar la información reciente, y avivan todas las sensaciones y la fantasía. Algunos usos peculiares de estas plantas incluyen la oniromancia, es decir, la adivinación durante el sueño.

En México y Guatemala: Manto de la Virgen u ololiuhqui (Turbina corymbosa). En el mundo: Cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea), de donde se extrae el LSD.


DELIRÓGENOS. Se trata de plantas de efectos potentes que nublan y disminuyen la conciencia. En dosis altas producen un delirio parecido al de la fiebre, con desorientación e intensas alucinaciones que el sujeto puede confundir con la realidad externa. Son plantas de tradición oscura y secreta, usadas en ritos de hechicería, en ocasiones para hacer daño a los enemigos o para atarantar al cónyuge infiel.

En México: Toloache o tolohuaxihuitl (Datura stramonium). En el mundo: Mandrágora (Mandragora officinarum).


EL MAGUEY UNA PLANTA MARAVILLOSA


EL MAGUEY 
LA PLANTA DE LAS MIL MARAVILLAS

Cuando los españoles penetraron en los hermosos valles abrigados por las cordilleras de la América del Sur, encontraron que las montañas, los ríos; las plantas, los animales y los hombres, todo era objeto de sorpresa y admiración. Efectivamente, Colón descubrió un nuevo mundo, no solo por ser desconocido para la raza civilizada de la Europa, sino porque mucho de lo que había en estas ignoradas tierras, llamaba la atención por sus extrañas formas y positiva novedad. Abundantes montañas que arrojaban fuego y hacían estremecer la tierra; floridos valles donde se producían frutos azucarados de los más vivos colores: espaciosas sementeras donde se cultivaba un grano saludable y  como el trigo (1): profundos barrancos donde se confundían en las arenas el oro, las esmeraldas, las ametistas y los topacios: montañas atravesadas por anchas fajas de plata que asomaban sus crestas hasta las elevadas cumbres de la sierra; producciones, en fin tan variadas como nuevas y verdaderamente útiles.

Una de las que llamaron, y con mucha justicia la atención de los primero europeos que pisaron estas regiones, fue el maguey, objeto de este escrito. El padre José Acosta, que vivía en México por los años de 1586, dice (2) el árbol de las maravillas, es el maguey. En efecto, su remoto y misterioso origen, su forma, su modo de vivir y morir, sus multiplicados productos, todo contribuye á que sea digno de ocupar un lugar muy señalado y distinguido, entre la infinidad de plantas que forman la magnífica y admirable flora mexicana.

¿Quién plantó el primer maguey? ¿Dónde se plantó? ¿Fué esta planta anterior al Diluvio ó posterior á este grande cataclismo? ¿Se formó acaso de alguna de las sustancias que quedaron depositadas en la tierra? ¿Era el maguey planta de las regiones del Asia, y las aves atravesando las montañas y los mares, trajeron estas semillas para depositarlas en la mesa central del Anáhuac (3) ó los primeros habitantes que pasaron á estas regiones, fueron los que condujeron en su larga y estraña peregrinación, todas las semillas de las plantas útiles á fin de cultivarlas y servirse de ellas para su alimento y vestido?  El origen del maguey es tan oscuro y dudoso como el de los primeros habitantes que ocuparon estas regiones, y cuando se trata de profundizar la materia, se encuentra que la historia de esta planta está mezclada de una manera íntima á las tradiciones fabulosas y á los grandes sucesos de las antiguas razas que ocuparon la mesa central de la América del Sur.

Los primeros habitantes del país de Anáhuac, según las tradiciones indígenas y la opinión de muchos de los escritores españoles, fué una raza de gigantes. Un terrible huracán que arrancó de raíz los árboles más antiguos y corpulentos, y unos terremotos que desgajaron las montañas, destruyeron á los gigantes; pero algunos de ellos escaparon en el valle del Atoyac, donde sin duda no fueron tan tremendos los huracanes ni los terremotos tan fuertes.

Estos gigantes que escaparon de la catástrofe, andaban desnudos, con el cabello suelto y desgreñado, comían la carne cruda de los animales feroces que mataban, como Hércules, con unas clavas ó mazas formadas de los troncos gruesos de los árboles, y eran altaneros, crueles y vengativos, siendo más dañinos y temibles, porque á su refinada barbárie reunían una fuerza sobrenatural (4).

Los habitantes civilizados que vinieron á cultivar los valles de Atoyac y Matlaueye, (Tlaxcala), se encontraron con estos hombres, más feroces que los animales de la montaña. Al principio, y por miedo, hicieron con ellos buena amistad; pero á poco tiempo conocieron que eran una pesada é insoportable carga. Los gigantes comían mucho, y los xincalancas ó toltecas tenían que cultivar la tierra que ocupasen en la caza para mantenerlo. Además, como los gigantes no tenían mujeres, se entregaban á todo género de abominaciones, de modo que llegaron á ser insufribles. Pensaron naturalmente deshacerse a toda costa de tan perversos huéspedes y purgar definitivamente de esos monstruos, las pintorescas riveras del Atoyac.

Un día hicieron un gran banquete y con las mayores instancias convidaron á todos los gigantes sin esceptuar uno solo. Como glotones que eran aceptaron sin dificultad. Sirviéndose cuantos manjares proporcionaba entonces la tierra. El agua se proscribió absolutamente y en su lugar se bebió el jugo del maguey. Los gigantes que por primera vez gustaban de ese delicioso licor, bebieron hasta que cayeron en tierra sin sentido. Entonces á una señal se levantaron los Toltecas tomaron sus armas, cayeron sobre los gigantes é hicieron una horrible carnicería acabando para siempre con esa raza maldita y que algunos autores en sus piadosas conjeturas han opinado que descendían del parricida Caín. Los Toltecas, Ulmecas ó Xicalancas, pues se asigna precisamente quienes fueron los autores de esta hazaña, para borrar hasta la memoria, enterraron los huesos colosales de estos sodomitas. Se ha creído que esos huesos encontrados en diversas partes del país, y de los cuales tengo varios (5), en mi poder, pertenecían á gigantes; pero los sabios Humboldt y Cuvier, han demostrado, que eran de especies de animales perdidas.

Sea como fuere, á la planta del Maguey se debió, que nuestros antepasados se librasen del yugo y servidumbre de los gigantes. 

¿Quién fué el primero que descubrió que del centro ó del corazón del maguey podía estraerse una sustancia dulce, agradable y embriagadora? La observación de las gentes del campo en el trascurso de muchos años, indica el uso y propiedades de las plantas, trasmitiéndose de padres á hijos, sin poder averiguar á quien se debió la primera observación; aunque después los sabios estudien, como ha sucedido con el té, el café, el tabaco, sus naturaleza y propiedades. Sin embargo, respecto del pulque, tenemos necesidad de referir la tradición, que como de época más moderna, merece seguramente más fé, que la de los gigantes que acabamos de contar; y cierto ó no, es uno de los episodios más poéticos é interesantes de la historia tolteca.

El Caballero Lorenzo Boturini, que como es sabido reunió una abundante y preciosa colección de mapas y manuscritos antiguos de los mexicanos, dice: que el Dios Ixquitecatl fué el que inventó el modo de sacar el aguamiel del maguey y que un monarca de los Culhuas que se embriagó en público, para disculpar tan vergonzosa falta, instituyó una fiesta que fué la cuarta movible, en honor de los dioses del vino, y en dicho día se daba licencia general á todos para embriagarse. Cualquiera que sea el fundamento de esta interpretación  de las pinturas simbólicas de los indios, nos parece más verídica y probable la muy importante que vamos á referir.

Por los años de 1045 á 1050, reinaba en el Imperio de Tollan, el octavo Rey Tolteca, llamado Tepancaltzin. Era un monarca sabio, rígido en sus costumbres, muy amado de sus vasallos, y temido y respetado de sus vecinos y tributarios; jamás había cometido falta q1ue empañase su conducta. Un día, y era en el año décimo de su reinado, se presentó en su palacio un noble y pariente suyo llamado Papantzin.

Señor, le dijo, mi hija ha descubierto que del centro de las plantas de Metl que  tiene en su jardín, brota un licor dulce y aromático. Hemos venido á ofrecer á nuestro rey las primicias de este descubrimiento.

El rey le dio las gracias y lo hizo sentar junto á su trono, y ordenó que fuese conducida a su presencia, la hija de su noble pariente.

La doncella entró con un tecomatl (6) pintado de color rojo en el cual había algunos presentes y flores, y además otra vasija llena de la aguamiel del maguey.

La doncella estaba vestida al uso de las nobles Toltecas, con una túnica de algodón blanca que le bajaba hasta los tobillos, y sobre esa túnica tres pellizas de algodón bordadas de diversos colores. Tenía 16 años, era de ese cutis sedoso y moreno de las hijas de los trópicos, de grandes ojos negros, de cabello abundante, negro y lustroso, de bica fresca, encarnada, franca y graciosa, que encerraba una dentadura más blanca que el marfil. Se llamaba Xochitl, es decir, Flor y en efecto, no había en todas las campañas de Anáhuac, flor que pudiera compararse á la hermosa hija de Papantzin.

El monarca recibió el presente, gustó el licor y dió las gracia á su noble pariente; pero con un embarazo y turbación tal, que desde luego se notaba que algo pasaba en su alma. Xochitl por su parte, pudorosa, inocente y casta, bajaba los ojos, el color encendía sus mejillas y sus miradas no se atrevían á encontrarse con las de su Soberano. Desde este momento su suerte quedó decidida. A los pocos días Tepancaltzin rogó a su pariente que enviase á su hija con una nueva provisión de aguamiel, y como en esto hacia grande honor el soberano á la familia; Xochitl se encaminó al palacio acompañada de su nodriza, y presentó de nuevo algunas vasijas del sabroso licor.

El rey le dijo que una doncella tan noble y tan hermosa, debía ser educada y servida como una princesa en la casa real, y en consecuencia la envió á su palacio de Palpan, participando á su pariente esta resolución con la nodriza que regresó sola á la habitación de la doncella.

Durante más de un año el amor y las delicias, coronaron la ardiente pasión del monarca, y de su unión secreta con Xochitl, resultó un niño hermoso como los padres que le dieron el ser. Se le puso por nombre Meconetzin (hijo del maguey) aludiendo á que esta planta fué el origen  de estos afortunado amores (7).

El padre de la joven que había concebido ya sospechas, y que sobre, todo deseaba ver á su hija, de la cual había estado separado cerca de dos años, se disfrazó de mercader y logró introducirse al palacio de Palpan, hasta llegar á la que encontró con un niño en los brazos.

Las costumbres puras y sencillas de los primeros Toltecas, no podían menos de convertir tales lances amorosos, en motivo de escándalo y aun de crimen; así es, que Papantzin, no contuvo su cólera e indignación, sino por el respeto profundo y tradicional que los súbditos profesaban á sus reyes; pero con la conciencia y el derecho de un padre engañado y ofendido, se presentó á reclamar al rey la honra de su hija. El rey, mas con el lenguaje de un enamorado, que con el tono altivo de un monarca, procuró disculparse y prometió distinguir á su noble querida, y fijar en su hijo la sucesión de la corona. Colmó de presentes al ofendido viejo, y le prometió que cuidaría de reparar su honor en la primera oportunidad.

El monarca era casado, pero en efecto, tan luego como falleció la reina, se llevó á Xochitl y á su hijo, á su residencia y según algunos autores, se casó con ella.

En pocos años el hijo del maguey, fué un joven gallardo, entendido, inclinado al gobierno del reino y á la guerra. Habiendo concluido su padre el periodo de su reinado que debía ser de 52 años, mandó que fuese reconocido como sucesor su hijo, que se llamó más tarde Topiltzin ó el justiciero, y entregó el gobierno á Xochitl, la que se condujo como una mujer llena de prudencia, de talento y de virtudes, de tal que se captó el amor y respeto de todos sus súbditos. Sin embargo, tres señores ó Régulos poderosos de la corte, bajo el pretesto de la irregularidad de la sucesión, rehusaron reconocer como soberano al hijo de Xochitl, mantuviéronse quietos mucho tiempo, pero al fin declararon abiertamente su rebelión, y coligados, reunieron un numeroso ejercito y se encaminaron á batir á Topiltzin hasta las puertas mismas de su capital.

Celebróse una tregua de diez años; pero terminada, comenzó la guerra más encarnizada y formidable por ambas partes. El monarca Tolteca peleó siempre (8) con valor y con fortuna durante tres años, pero á la plaga de la guerra se añadieron la peste y el hambre que diezmaron á todas las poblaciones del imperio, las que débiles y faltas de todo recurso, fueron sucesivamente cayendo en poder de los enemigo, que todo lo llevaban á fuego y sangre.

En cuanto á Xochitl, fiel á sus costumbres y á su raza y con todo el noble orgullo de una gran señora, jamás se doblegó ni á las circunstancias ni á los peligros. Sus faltas, si las tuvo, las expió sobradamente con una serie no interrumpida de sufrimientos durante todo el tiempo de la guerra. Animosa y fuerte no hubo riesgo que no arrostrase, ni dificultad que no procurase vencer por afirmar los derechos y el trono de su hijo, hasta que abandonada enteramente de la suerte, cayó muerta al lado de su esposo Tepancaltzin en una de las últimas batallas que señalaron la completa destrucción y ruina del Imperio Tolteca. Los vencedores estaban de tal manera estenuados al tiempo de obtener el triunfo, que lejos de poder reconstruir la monarquía que habían destruido, á duras penas pudieron retirarse á sus tierras. Topiltzin se refugió á la corte Chichimeca y jamás quiso volver á los lugares que fueron testigos de su brillo pasajero y de su completa desgracia. El país por algunos años quedó aniquilado y desierto, hasta que vinieron a poblarlo otras razas procedentes de los desconocidos países del Norte, y formaron otro nuevo y poderoso Imperio.

Tal es en compendio la historia del descubrimiento del pulque. Si ella es una mentira, mentira convencional es también la historia primitiva de todos los pueblos, siempre adulterada por las pasiones y los intereses de los hombres, y convertida cuando más en una fábula respetable. Nuestro plan no sería completo si no refiriésemos todo lo que hemos podido inquirir con relación á la singular planta, que es objeto de esta memoria.

Mas sea que fuese la divinidad de que habla Boturini ó la reina Xochitl la que descubrió el licor del maguey, el caso es que los diversos usos de esta planta eran muy conocidos muchos años antes de que viniesen los europeos á la América.

En la gran fiesta que se celebraba en honor del dios Texcatlipuca se ponían en el templo mayor de México, muchas espinas de las que se servían todos los que hacían penitencia, picándose las piernas hasta que les brotaba la sangre. También había disciplinas hechas de las fibras de las hojas de esta planta: con ellas se azotaban y era un deber presentar al dios estos trofeos ensangrentados que se depositaban en un cuatro construido en el mismo templo.

            El Cronista Antonio de Herrera en el siguiente párrafo confirma lo que asentamos en el precedente. “En acabando de “incensar las dignidades y sacerdotes del templo, también había una pieza con muchos asientos, y con puntas de maguey se sacaban los penitentes de la espinilla junto á la pantorrilla mucha sangre, untábanse las sienes bañando con la demás sangre, las lancetas, y poníanlas entre las almenas del patio, hincados en unas bolas de paja para que los viesen.”

En cuanto al licor del maguey, se generalizo tanto, que muchos reyes tuvieron que dictar leyes muy severas contra la embriaguez, hasta llegar á decretarse la pena de muerte para los nobles á quienes se probase que tenían tal vicio.

            La venta del pulque estaba prohibida y se cuenta que un día el rey Netzahualcoyotl, que entonces estaba fugitivo,  entró en casa de una señora viuda y rica, y cerciorado de que contra la ley hacia un gran comercio, vendiendo pulque, mandó antes de separarse de la casa, que fuese ahorcada, lo que al punto ejecutaron las gentes que le acompañaban.

            Permitiase únicamente el uso del pulque á las mujeres que estaban criando, y á los viejos; y se designaba una cierta dosis para los soldados cuando andaban en campaña.

            Aunque el principal objeto de los españoles que vinieron en los primeros tiempos de la conquista, era buscar oro, plata y piedras preciosas, la planta del maguey era tan notable, que como hemos dicho al principio, no pudo menos de llamar la atención de la mayor parte de los escritores que se ocuparon de las cosas de estas tierras; así no hay autor que no haya dicho algo del maguey.

            Encontraron la planta, no solo en el continente, sino en muchas de las islas; aunque creo que pudieron haberlo confundido con los Aloea cuya forma exterior es semejante. Creyeron que estas plantas, eran unos cardos ó alcachofas gigantescas, y en efecto le nombraron Cardón, pero realmente no pudieron conocer bien sus propiedades, sino cuando visitando con más espacio la mesa central, y más impuestos del comercio, usos y costumbres de los mexicanos, se cercioraron de la multitud de usos que los naturales de Nueva España hacían de esta planta.

            Pudieran llenarse muchas páginas con citas de los autores que han hablado del maguey; pero como las descripciones se parecen las unas á las otras, nos contentaremos para no hacer muy difuso y cansado este escrito, con citar un párrafo de uno de los escritores más antiguos, para dar a conocer la manera como consideraron esta planta los primeros pobladores europeos (cita número 9)

            “Existe en este país una planta que es á la vez árbol y cardo. Las hojas son gruesas como la rodilla  y más largas que el brazo. Sale del centro un retoño que  se eleva dos ó tres veces á la altura de un hombre, y su grueso es como un niño de seis á siete años. Cuando está maduro, los indios cortan la base del retoño, la que produce un licor que mezclan con las cortezas de un árbol particular. Un día o dos beben con exceso hasta que caen de borrachos, y aunque pierdan la razón, no por eso dejan  de beber, porque es un punto de honor el emborracharse. Este árbol es de la más grande utilidad, pues produce vino, vinagre, miel y un brebaje semejante al jugo de uva cocida.  También sirve para hacer vestidos de los hombres y mujeres, zapatos, cuerdas, y sirven también para techar las casas. Recogen también las hojas de este árbol ó de este cardo el cual es tan estimado por los naturales, como la viña entre los europeos. Cuecen las hojas en hornos hechos en la tierra y los rodean de leña con un arte particular. Asan las  hojas, les quitan la corteza y los nervios y fabrican una bebida (mezcal) con la que se embriagan. Los naturales les llaman magueyes.”

            Hernán Cortés en las difusas relaciones que escribió a á Carlos V apenas consagró unas cuantas líneas al maguey. En la segunda de las cartas hablando del mercado dice: “Venden miel de abejas y cera y miel de cañas de maíz, que son tan melosas como las de azúcar; y miel de unas plantas que llaman maguey, que es muy mejor que arrope y de estas plantas hacen azúcar y vino que así mismo venden”

            Nada podía dar testimonio más patente de lo adelantada que estaba la agricultura entre los Toltecas y Mexicanos, como el esmerado cultivo del maguey, el estudio minucioso que habían hecho de todas sus propiedades y el utilísimo empleo y aplicación de sus productos á las necesidades y aun á los placeres de la vida. Los españoles en lo general hablaban del vino que producía la planta y de la embriaguez de los indios; pero no observaban el arte y esmero con que se aprovechaban de esta planta, que era para los nobles un objeto de riqueza inagotable y en la mayor parte de los señoríos y reinos Culhuas, Teopanecas, y Mexicanos la base de la subsistencia de las familias de la clase ínfima del pueblo.

            En efecto, estos plantíos, por reducida que fueran, les proporcionaban ocupación y subsistencia. Los magueyes que estaban ya en estado de producir licor eran explotados, y el jugo convertido en esa miel y azúcar que el Conquistador encontró en el mercado de Tlaltelolco. El producto de la venta servía para adquirir otros objetos necesarios en las familias. Como las hojas del maguey van secándose á medida que se extrae el jugo, en vez de tirarlas ó dejarlas abandonadas en el campo, las recogían, las echaban en agua para que acabase de destruirse la parte carnosa, y recogiendo cuidadosamente las fibras, con las muy finas tejían vestidos para hombres y mujeres, y de las gruesas hacían sandalias, sogas, disciplinas, ondas, escudos ó rodelas para los soldados, y otras varias cosas (cita número 10). Esto daba ocupación á las mujeres, que eran por lo general las que se dedicaban á este género de trabajos, mientras los hombres se empleaban en las faenas del campo, ya para el trasplante y beneficios necesarios al maguey, ya para el cultivo del maíz, de las legumbres y de los árboles frutales. 

Cuando había necesidad de techar una casa los vástagos de los magueyes que acababan de florecer, servían de vigas y las hojas de tejas para el techo. Si el invierno era  muy fuerte ó la leña y el carbón se escaseaban, los desperdicios secos de las hojas pequeñas que quedaban en el campo, proporcionaban combustible abundante.

            El fuego, que todo lo aniquila y consume, no era bastante poderoso contra esta planta. Las cenizas de las hojas no sólo servían como todas las cenizas, para abonar la tierra, sino que de ellas se hacía una excelente lejía.

            Si se trataba de lavar la ropa, una cierta parte d las raíces servía de jabón, y si a las cocineras faltaban vasijas, las hojas del maguey acanaladas y compactas les proporcionaban el que echasen en ellas la masa del maíz, antes de hacer los panes ó tortillas. Si las gentes entendidas y sabias tenían necesidad de consignar los sucesos históricos, era el maguey el que les proporcionaba,  de la epidermis de las hojas, un papel blanco, compacto, sedoso y á propósito  para que esos documentos se conservasen muchos años (cita número 11).

            Los artistas también tenían que servirse del maguey para confeccionar las obras raras de mosaico y pluma que trabajaban. ”De estas pencas hechas pedazos (dice el P. Motolinía) (cita número 12) se sirven mucho los maestros que llaman mentecato, que labraban de pluma y oro, y encima de estas pencas hacen un papel de algodón engrudado, tan delgado como una muy delgada toca; y sobre aquel papel y encima de la penca, labran todos sus dibujos; y es de los principales instrumentos de su oficio. Los pintores y oficiales se aprovechan mucho de estas hojas. Hasta los que hacen casas toman un pedazo y en él llevan el barro.”

            En una palabra, no había ninguno de los usos domésticos de los tiempos antiguos de México, que no tuviese relación con el maguey, y con razón el Dr. Hernández decía que era una planta que á una familia económica, podía proporcionarle, por si sola, la subsistencia sin necesidad de ninguna otra cosa.

            Pocas o ningunas noticias nos han dejado los escritores, por las cuales se puede deducir la extensión que tenía el cultivo de esa planta entre los mexicanos. Sí, se sabe que en los reinos de Tollan, de Texcoco, de México y en las repúblicas independientes de Tlaxcala, Huexuzingo y Cholula, y en muchos otros señoríos de los valles de Puebla y México se cultivaba el maguey en gran escala, y los vasallos pagaban una parte de los tributos en vestidos y calzados hechos con las fibras del maguey. “El tributo que pagaban los Chichimecas de la provincia de Tepetlaoztoc consistía en conejos, liebres, siervos, pieles de animales y mantos ó capas de una tela fabricada con el latli o peto de maguey.”

            Herrera asegura que había grandes plantíos de maguey de pulque en Nueva Galicia (Guadalajara) y Michoacán: sin que esto sea dudoso, debe suponerse que esos plantíos de maguey no eran de la calidad exquisita de los que cultivaban los mexicanos.

            Sea como fuere, el caso es que el cultivo de maguey que positivamente podía, lo mismo que las gramíneas, llamarse una planta socia, debió tener durante las épocas de prosperidad de los imperios de Tollan, México y Texcoco, una importancia difícil de concebirse ni calcularse hoy. La población, según los datos más probables, subía á más de treinta millones, y este número aunque se reduzca á la mitad, estaba agrupado precisamente en la región del maguey. El algodón y las fibras del maguey eran la base para la construcción de las telas que servían para el vestido; y el vestido, aunque de cierta manera y forma que repugna á las modas europeas, lo usaban la mayor parte de los pobladores de la raza Tolteos que fue la que se esparció por diversas provincias de México y formó sociedades regularizadas. El consumo de pulque como bebida la más agradable de todas las que usaban, debió también ser considerable, así como el de la miel, puesto que carecían de las cañas de azúcar.

LA PROSTITUCIÓN EN LA ÉPOCA POST-INDEPENDENTISTA


LA PROSTITUCIÓN INDÍGENA, MESTIZA Y NEGRA EN LA ÉPOCA POSTINDEPENDENTISTA

Consideradas el estrato más bajo durante este periodo, las mujeres indígenas y sexoservidoras tenían que pagar impuestos y llevar un registro de salud
 En medio de una época conservadora a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, el papel de la mujer se desempeñaba únicamente a las labores propias de la familia y el hogar, por lo que otra actividad como la prostitución era vista con asombro, desprecio y discriminación.
 El oficio más viejo del mundo encontró una forma de crecer y con el tiempo de establecerse como una actividad rentable en las ciudades pobladas de la época.
 Las mujeres indígenas se enfrentaban a diversos cambios, primero el rápido cambio del campo a la ciudad, los procesos industriales introducidos con el ferrocarril y la moral.
 Las sexoservidoras indígenas y mestizas de finales del siglo XIX se adaptaron a las circunstancias y supieron rentabilizar sus encantos, situación que les otorgó cierta independencia y poder ante el manejo de su cuerpo, pero las ubicaba en el estatus de personas indeseables y relegadas de la sociedad.
 Registro fotográfico como medio de control
En la época de contaba con un registro fotográfico sobre la prostitución, los cuales abarcan de 1890 a 1969 con imágenes de mujeres que se dedicaban al comercio sexual regulado.
En términos históricos tiene una gran relevancia, debido a que se comenzó a generar uno de los archivos visuales más voluminosos  del pais.
Fue hasta 1875 que se propuso la creación de un mecanismo de control sanitario en burdeles y en 1881 se realizó un reglamento, pero se puso en marcha hasta 1890, lo que requirió de un registro fotográfico para su manejo.
 La importancia de realizar un registro fotográfico se debió a una necesidad de regular una actividad “tabú” por su forma de crecimiento acelerada.
 La prostitución se convirtió en una empresa rentable por medio de los burdeles. En 1895, se estableció el primer reglamento donde las dueñas pagaban impuestos ante la Tesorería Municipal, se les indicaba la cantidad por apertura y registro de “mesalinas” a su cargo. Fue entonces, cuando se convirtió en un negocio legal, clasificado en tres categorías, lo mismo que las prostitutas, ya que, de acuerdo al rango era la cantidad a pagar.
 La prostitución fue considerada un problema social y religioso desde el Virreinato y en la época independentista se consolidó en una reglamentación. Esta actividad estaba calificada por debajo de los criminales, enfermos mentales, homosexualidad y vagabundos.
A diferencia de otros oficios realizados por las mujeres en esa época, las sexoservidoras tenían ingresos, pero al estar reguladas debían de pagar impuestos, con horarios y lugares establecidos; esto en el caso de las reglamentadas, ya que la actividad se movía en la clandestinidad.
Las autoridades a finales del siglo XIX buscaban brindar servicio médico y control de la moral a las también llamadas “mujeres públicas”. Este tipo de medida estaba inspirado en el modelo francés de sexoservicio de 1865.
En el registro fotográfico y sanitario resaltan los siguientes datos: el nombre, las dueñas de los burdeles, sus categorías, sus agremiadas, el tipo de control sanitario al que eran sometidas, fecha de alta y de baja en la actividad, salidas de la ciudad, nacionalidad, edad y filiación completa.
Aunque en los registros no destacan los orígenes étnicos, las autoridades tenían la clasificación de “claras”, "indias" "negras" “oscuras”, “trigueñas”, “morenas”, “blancas”, “oscuras”, “rosadas” o “amarillas”.
Las fotografías eran tomadas en su mayoría de pie, destacan la ropa de la época y aspecto según la categoría de prostituta, lo que determinaba su joyería, peinado, vestido, etc, dicho registro se entregaba en forma de tarjetón.
El reglamento de ese tiempo tenía una serie de normas que establecían algunas restricciones cómo, evitar escándalos fuera y dentro de la casa, malas apariencias y faltas a la moral pública, vestir con decoro y salir acompañada de un hombre; asimismo, se les pedía tener una afiliación religiosa y contar con un hospital especializado en ETS.
 Las edades abarcaban desde los 14 hasta los 41 años. La productividad de una mujer se establecía en su juventud, ya que las ETS eran la principal causa de muerte.
 Este acervo fotográfico forma parte de una importante colección visual del Archivo Histórico el cual recopila fotografías de sexoservidoras de diversas edades, estratos sociales y datos médicos, también cuenta con informes policiacos, partes médicos, infracciones, multas, quejas, licencias, denuncias, formatos de descontento y resistencia, además de redes de apoyo y solidaridad por el oficio.
 Los registros dejan nulos datos sobre la identidad de los clientes, aunque a grandes rasgos se sabe que asistían a las casas de citas los artesanos, agricultores, trabajadores de gobierno, vendedores, cargadores, aguadores, policías e intelectuales de la época.
 Obligaciones de las sexoservidoras
 Los deberes y obligaciones de las “mujeres públicas” eran: inscribirse al registro en la jefatura de policía, estar pendientes de su registro médico los martes y jueves, llevar su tarjetón de identificación, no vivir en vecindades, no agruparse en lugares públicos, vestir de forma decente y no hablar groserías, no hablarle a hombres con niños y mujeres ni hacer tratos ilícitos con adolescentes, avisar del cambio de domicilio y avisar en caso de dejar el oficio, pagar la cuota de uno a dos pesos según la categoría a la que pertenecieran.
Cabe destacar, que este registro no fue un salvamento para el comercio sexual, ya que los datos históricos muestran que la venta de mujeres, la influencia de los proxenetas y los burdeles fiscalizaban dicha labor.
La prostitución durante la época fue un trabajo con muchos matices, por una parte daba a la mujer indigenas, mestizas y negras cierta independencia económica, pero la confinaba a la desaprobación social, eran fichadas como “malas mujeres” y pertenecían al estatus social más bajo.

EL RACISMO HA MUERTO?



¿EL RACISMO HA MUERTO?

“El racismo ha muerto” era la consigna de muchos intelectuales en las décadas de 1960 y 1970. Con ella se enarbolaba la falsa idea y la esperanza de que el racismo había dejado de existir como un problema en las sociedades postmodernas y la creencia de que todo lo que quedaba de esa etapa oscura de la sociedad eran unas actitudes discriminatorias o unos neorracismos que no tenían un carácter racial sino cultural. Sin embargo, ya Taguieff nos advertía del peligro de banalizar el fin del racismo o su mutación, atribuyéndolos a comportamientos de índole cultural y no racial (1995: 152 y ss.). Wieviorka también señalaba lo que suponía un recrudecimiento del racismo en las sociedades europeas, con su nueva focalización en el inmigrante, el islamista o en determinados extranjeros; en otras palabras, en “el bárbaro”, es decir, en aquel que no habla nuestra lengua, no practica nuestros usos y costumbres, no es asimilable a la sociedad occidental porque tiene un comportamiento cruel e inhumano hacia el resto de sus congéneres (1995: 205-223, 2009; 21).

La miopía de Occidente, al no distinguir el racismo como una corriente soterrada que se esconde bajo comportamientos o actitudes “políticamente correctos”, no ha podido ver que este ha permanecido latente en todas nuestras sociedades. El precepto falso de que se podía paliar con multiculturalidad o interculturalidad nos ha llevado a enfrentarnos, de improviso y como quien despierta de una pesadilla, con un racismo manifiesto y brutal, conducido y expresado por el Estado y los partidos políticos, cuya máxima expresión la tenemos en los Estados Unidos y su actual administración.

La complacencia de intelectuales, académicos, elites simbólicas, medios de comunicación y de los ciudadanos nos hace reflexionar sobre la connivencia de algunos de ellos, como apunta Van Dijk (2001) en sus escritos sobre racismo y discurso. Ello ha conducido a la situación actual, es decir, a la presencia explícita en todo el mundo de un racismo -que se expresa ya no solo en las redes sociales- contra el inmigrante, el “moro”, el “indio”, el “negro” o el “mexicano”. En otras palabras, contra todo aquel catalogado como “bárbaro” no solo por su forma diferente de usar el idioma o de compartir la cultura hegemónica, sino porque desata el acoso y el miedo. Así, el Otro termina por ser percibido como una amenaza para nuestras sociedades, como un peligro público que hay que erradicar. La dicotomía que no ha variado en su esencia es la de civilización versus barbarie, en la que la primera corresponde siempre a Occidente y a la “raza blanca”. Desde esta perspectiva se juzgan y valoran las demás culturas y es aplicada a escala jerárquica con subniveles de barbarie y, también, de grados de civilización.

La ideología racista es uno de los instrumentos más poderosos que explican por qué actos y prácticas racistas y otras formas de violencia pudieron derivar en genocidios, como sucedió en Guatemala, Ruanda o Bosnia Herzegovina. Esta ideología racial y racista posee una larga historia, que desgraciadamente pervive y se ha ido fortaleciendo en los últimos veinte años en Europa y en América Latina. Conscientes de ello, durante todo este tiempo hemos continuado denunciando, padeciendo y combatiendo esta corriente de pensamiento. En especial Guatemala en las últimas décadas ha sido enfrentada y ha dejado de ser negada y quizá por ello se ha producido un recrudecimiento del racismo en los medios. Ello nos ha vuelto más conscientes de su magnitud, de cómo nos afecta y de la importancia de combatirla.

Guatemala es, sin duda, una de las sociedades más racistas de toda América Latina y una de las que más le ha costado reconocer un hecho evidente para todos los discriminados, aunque menos para el resto de la población no indígena. Por ello llevamos más de veinticinco años denunciando este racismo, gracias a lo cual se ha conseguido integrar su problemática como parte de la agenda pública y política. Por lo mismo, este tema se ha convertido también en un campo de batalla, especialmente en la prensa y en las redes sociales. En otros artículos hemos barajado muchas hipótesis sobre las causas de este racismo persistente y poco moldeable, aunque resulta muy difícil aventurar con entera certeza las razones de su enquistamiento en la sociedad y en el Estado. 

* El arraigo de las raíces históricas del racismo. Por ser un elemento histórico-estructural que se inicia con la Colonia y mantiene una continuidad a lo largo de toda la historia del país, el racismo, en lugar de desaparecer, se ha reforzado debido a la persistencia de la ideología dominante y su fuerte presencia en las instituciones del Estado.

* La ideología de la clase dominante, que se dispersó por el conjunto de la sociedad, tuvo desde sus inicios un fuerte componente racista que se reforzó durante la época liberal con las teorías darwinistas, en sus versiones más radicales del degeneracionismo y la eugenesia, y que se consolidó aún más durante la etapa contrainsurgente. En ese momento este rasgo se exacerbó con el postulado de que “todos los indios”, por el hecho de pertenecer a “un grupo étnico como tal”, eran “enemigos públicos”, lo que desembocó en un genocidio.

* La construcción de un discurso racista con la aplicación de una serie de tópicos contra los indígenas que apenas han variado desde la Conquista hasta la actualidad. Los epítetos solo se han ido modificando con el paso del tiempo, pero manteniendo siempre como finalidad la descalificación del Otro y su humillación para justificar un sistema de dominación basado en las desigualdades económicas, políticas y sociales.

* La ideología racista de la clase dominante guatemalteca es peculiarmente manifiesta y agresiva y se fundamenta en un racismo biológico-racial. Este es utilizado como mecanismo de amalgama de dicha clase y de reconocimiento de sí mismos como “blancos o blanco-criollos”, por autoadscripción. Con ello justifican una supuesta superioridad racial frente a los Otros, los indígenas y/o mayas, que avala todo un sistema de explotación.

* La escasa presencia de una ideología del mestizaje -lo que en México recibió el nombre de “mestizofilia”- que permitiera valorar tanto la cultura de los pueblos ancestrales como la hispánica y diera como resultado la identidad del mestizaje como superación de ambas.

* La naturaleza misma del Estado de Guatemala, fundamentada en un racismo de Estado que empieza a operar como tal desde el siglo XIX, en la medida en que excluye, desconoce y minusvalora a los pueblos indígenas y que trata de homogeneizar la nación por la vía de la eugenesia o del blanqueamiento. En el peor de los casos, cuando se producen sublevaciones de las poblaciones indígenas, acude a su exterminio.

* El tránsito de un Estado racial a uno racista, basado en la jerarquización de las razas y en un modelo estatal monoétnico y monocultural, se produce cuando los aparatos represivos e ideológicos del Estado comienzan a obedecer a una lógica de discriminación racial, de exclusión social y política e incluso de exterminio físico o cultural hacia otros grupos étnicos, comunidades o pueblos, con el fin de mantener un dominio de clase, etnia o género, bajo el argumento de la superioridad racial de un grupo frente a los otros. La culminación de este racismo de Estado se produce con el genocidio en la década de 1980.
* El miedo ancestral al “fantasma del indio irredento” –a que el día en que “el indio se subleve” va a acabar con todos los ladinos y blanco-criollos a causa de su “ser vengativo y resentido”– se agudizó durante la etapa contrainsurgente, al punto que el indígena se convirtió en enemigo de la nación y sujeto de exterminio.

Sin duda alguna, estos argumentos tenían como finalidad mantener el férreo control del poder por parte de una elite vinculada por redes familiares de larga duración, a la que hemos denominado núcleo oligárquico. Ellos han sido los propietarios de la tierra y han controlado el comercio, la industria y las finanzas. La ideología descrita les ha asegurado un sistema de explotación y de mano de obra barata, tanto en el campo como en la ciudad, y les ha permitido, sobre todo, mantener el control del Estado como su feudo.

Múltiples son los argumentos que podríamos esgrimir, pero lo cierto es que, en cada ocasión que hay un conflicto social o económico, cada vez que los pueblos indígenas manifiestan sus justas demandas por la tierra, por los derechos ancestrales, por el pluralismo jurídico o simplemente el derecho a ser respetados y reconocidos como pueblos indígenas, los discursos y las prácticas racistas recobran fuerza y despiertan la alarma social del “fantasma del indio irredento y vengativo”.

Con el fin de la guerra y la firma de la paz en 1996 con base en los Acuerdos Sustantivos de la Paz Firme y Duradera, en especial del Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas (AIDIPI), firmado el 23 marzo de 1995, se abrieron algunas ventanas y se lograron ciertas conquistas para los pueblos indígenas, a saber: la oficialización de los idiomas indígenas, el reconocimiento de su religión, cosmogonía y lugares sagrados y del uso de sus trajes, el reconocimiento de las toponimias en idioma maya y la ley de educación bilingüe e intercultural.

Sin embargo, aquellos artículos del AIDIPI sobre la protección del patrimonio cultural maya y la propiedad y posesión de la tierra nunca fueron abordados pues en 1999 se perdió la consulta para la reforma constitucional que debía declarar a Guatemala como una nación multiétnica, multilingüe y pluricultural, por lo que las reformas quedaron suspendidas. No obstante, la aprobación de la Ley contra la discriminación de los pueblos indígenas y la creación de instituciones afines, como la Defensoría de la Mujer Indígena (1999), la Comisión Presidencial contra el Racismo y la Discriminación de los Pueblos Indígenas (CODISRA) (2002), el Consejo Asesor Indígena para la Presidencia (2004) y la Unidad de Desarrollo para los Pueblos Indígenas, fueron algunas conquistas que marcaron un camino sin retorno.

El fracaso de la Consulta Popular en 1999 que supuso, como ya dijimos, un varapalo para que se pudieran concretar y llevar a cabo todas las reformas previstas en el Acuerdo, se debió, en gran parte, a la agresividad del discurso racista durante la campaña por el NO de las elites políticas y simbólicas, así como a la falta de información y divulgación de las preguntas del referéndum y a graves errores del movimiento maya en su momento.

La Secretaría de la Paz (SEPAZ), después de 22 años transcurridos desde la firma de los Acuerdos, acaba de presentar una valoración, a mi juicio, excesivamente positiva de los avances del AIDIPI, en la que considera que más de la mitad de sus artículos han sido cumplidos y llevados a la práctica. Sin embargo, la persistencia del racismo es un hecho evidente. Para dar cuenta de esto, me centraré en tres episodios donde el racismo se ha exacerbado y que casualmente coinciden con momentos en que los pueblos indígenas han reivindicado sus derechos más elementales, entre ellos el derecho a la vida, a la justicia por las graves violaciones de los derechos humanos de los que fueron víctimas y por el genocidio, a su soberanía territorial y al reconocimiento del pluralismo jurídico.

El primero de ellos es el juicio por genocidio del Pueblo Maya Ixil en contra de Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez realizado en 2013. Cuando se inició el juicio, la opinión pública se dividió entre los sectores negacionistas y los que demostraban estupor al conocer lo que había sucedido. Entre los más radicales y extremistas del primer grupo, claramente vinculados a la Fundación contra el Terrorismo creada por Ricardo Méndez Ruiz y Avemilgua (2013), se dejaron oír las siguientes opiniones:

* “Es una traición a la patria, la familia y la nación”, “supone dividir al país y revivir la guerra y la confrontación”.

* “Es una venganza y revanchismo de los indios y un linchamiento jurídico contra el Ejército y el pueblo de Guatemala”.

* “Es un invento de las indias como Rigoberta, esa ‘india Tishuda’ que debería de estar vendiendo papas en La Terminal”.
En cuanto aparecía en la prensa un escrito de alguna intelectual maya, como Rigoberta Menchú o Irma Alicia Velásquez, la respuesta de las elites simbólicas y de las redes sociales era virulenta y la lectura de blogs arrojó, una vez más, un profundo racismo hacia los pueblos indígenas en comentarios como el siguiente:

* “Al indio hay que sacarle del vientre de la madre, porque si nacen se van a la montaña, es difícil agarrarlos, acaso no fue la filosofía de los militares”; [con el juicio lo que se quiere es] “desprestigiar a nuestra patria con el indeleble calificativo de genocidio”.
De nuevo nos encontramos con el racismo histórico estructural que hemos denunciado en otras investigaciones, pero en esta ocasión hemos podido comprobar que no solo entre las elites intelectuales y políticas, sino también en las clases medias urbano-ladinas se expresa un rechazo hacia la población indígena, a la cual se le niega el derecho a hablar, contar su historia y enjuiciar a los responsables de semejantes atrocidades.
Una de las declaraciones explícitas de mayor odio y resentimiento lo encontramos como comentario a un artículo de opinión donde se expresaba claramente un discurso racista y de odio en contra de la población indígena que en cualquier otro país hubiera sido penalizado:
* “Que viva la justicia, vamos General Ríos Montt, estos indios parásitos ya se les está cayendo el teatro de sus testigos falsos, con su presión a la juzgadora. Malaya la hora en que en verdad no fue genocidio, ojalá se hubieran muerto todos los indios que ahora andan bloqueando las carreteras” (énfasis nuestro).
Este tipo de comentarios abarcó casi un 40% de los discursos publicados en la prensa escrita y en los blogs, lo que indica que el racismo no solo no se ha frenado sino que se ha recrudecido y que se está evidenciando un racismo renovado y exacerbado.