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miércoles, 22 de julio de 2015

AUTORIDADES INDIGENAS: El poder de las comunidades


AUTORIDADES INDÍGENAS
EL PODER DE LAS COMUNIDADES

Aunque cada vez hay menos alcaldías indígenas en los departamentos, el poder local de los grupos de origen indígena (Xinka y Maya) va en aumento y, en determinados municipios, algunas autoridades civiles deben contar con su aval para ejercer sus cargos

En las comunidades rurales con mayoría de población indígena las autoridades civiles ejercen el poder formal, el creado por el sistema, la Constitución y el Estado; pero el poder real lo ejercen aquellas personas a quienes los pobladores, con base en su tradición y en la cosmovisión propia de los pueblos, las reconocen como autoridad local; en algunos poblados son las alcaldías indígenas.

“La alcaldía indígena es una institución establecida por los españoles como instrumento mediador en la administración de los intereses coloniales, sobre todo en la distribución de mano de obra y la recaudación del tributo; pero en su organización interna mantuvo rasgos de la cultura indígena antigua”, indica el estudio Tras las huellas del poder local: La alcaldía indígena en Guatemala, efectuado por Lina Barrios, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (Idies), de la Universidad Rafael Landívar.

Aunque no tienen mayoría de alcaldías, las autoridades indígenas locales están presentes en por lo menos 40 de 338 municipios del país y, en algunos casos, son la expresión real del poder porque brindan el aval a los candidatos indígenas para participar en la contienda electoral, al grado que son las que deciden quién debe ocupar el cargo.

“La alcaldía indígena de Santa Maria Xalapan (Jalapa) define a quien se le da el apoyo para alcalde municipal, no importando el partido. El actual goza de la legitimidad de la autoridad indígena. Una de las comunidades mas grandes en la población xinka de la región.

ALGO DE HISTORIA

De la referencia histórica de cómo se crearon los poblados indígenas, el intento de mezclarlos con los españoles, la creación de los cabildos, hasta llegar a “la política de administración indiana de Dos Repúblicas, la de españoles y la de indígenas, cada una con su propia administración gubernativa y eclesiástica” (sic), la cual permitió a los descendientes de los xinkas tener autoridades propias.

Así, de acuerdo con cada grupo, se crearon las formas de autoridad con base en lo que era su tradición y la adopción de las formas impuestas por los colonizadores españoles, al inicio de acuerdo con la sucesión de los caciques, luego los gobernadores, hasta la creación de las alcaldías indígenas, en las que se aplicaba el derecho consuetudinario. Estas fueron suprimidas durante la Revolución de 1944.

“Las más visibles sobrevivieron a la colonización, se fueron moldeando en la historia y sobrevivieron a la guerra”

ACTUALIDAD

En los últimos años, especialmente después de la firma de los Acuerdos de Paz y el reconocimiento del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los pueblos indígenas han cobrado relevancia en la lucha por el reconocimiento de sus derechos individuales y colectivos.

“Las organizaciones indígenas ancestrales son representativas; unen a la comunidad porque existe una identificación. Hoy constituyen expresiones de poder, como haber llegado a somatar la mesa al Congreso”, afirmó el antropólogo Estuardo Zapeta, en referencia a los últimos acontecimientos y la llegada al Organismo Legislativo de los representantes de los 48 Cantones de Totonicapán.

La defensa de la tierra y el territorio son de los puntos de unidad entre una comunidad, entendiendo tierra como propiedad colectiva y territorio, la defensa de sus recursos naturales. Un ejemplo especial a Jumaytepeque(Santa Rosa) y Santa Maria Xalapan (Jalapa), municipio con mayoría indígena y semiurbano, ante la llegada de una empresa extractora de oro.

POCA VIOLENCIA

“El Estado tiene una deuda con las autoridades indígenas, porque en donde existen hay menos homicidios, menos criminalidad, se previene la violencia y el delito”, afirmó Carlos Guarquez, director de la Asociación Guatemalteca de Alcaldes y Autoridades Indígenas (AGAAI).

Según Guarquez, esto se debe a que existe mayor celeridad en la resolución de conflictos, contrario a lo que ocurre al seguir el proceso legal, occidental, en el cual se debe colocar una denuncia en el Ministerio Público (MP), que debe ser ratificada y hasta entonces se dará curso al procedimiento y muchas veces la información es incompleta, y ejemplifica un caso ocurrido en Santa Cruz del Quiché.

“Una patoja fue violada, se dio parte al MP y los fiscales pidieron que se diera el nombre completo del violador; el caso no caminó. Con la autoridad indígena, con solo el apellido, se habló con las diferentes alcaldías y se determinó que el atacante no era de la comunidad, sino de Totonicapán. Se localizó a los padres, quienes sintieron vergüenza por el proceder del hijo, al que finalmente se localizó y se llegó a un acuerdo. Hay casos en los que la ofendida perdona, pero siempre debe haber una satisfacción”, expresó Guarquez.

Los municipios en donde existe autoridad indígena hay menos casos y problemas de violencia, aunque aceptan que la aplicación de ciertos correctivos o castigos puede ser considerada como que viola los derechos humanos. “Siendo objetivos, todo sistema jurídico emite sanciones que limitan estos derechos”.

FUTURO

Las autoridades indígenas están en proceso de fortalecerse; municipios con población mayoritariamente de origen maya que no las tienen se están organizando. Agrupada alrededor de los principales del pueblo, la población escoge a quien la representa entre quienes hayan prestado servicio a la comunidad.

“Son personas de la propia comunidad que realizan un trabajo ad honórem. Velan por la defensa de sus derechos y de la naturaleza. Permiten una solución alternativa de conflictos, y están pendientes por el rescate y conservación de su cultura”.

Aunque su designación es diferente del sistema de elección popular, quienes participan en este, si son oriundos de una comunidad con autoridades indígenas y no cuentan con el aval y apoyo de estas, seguramente no alcanzarán el cargo, y si lo hacen, deben trabajar de la mano con la autoridad indígena, porque es la respetada en el poblado.

“Son quienes definen quien será el que rija los destinos del municipio. Ejercen un poder de injerencia política y una jurisdicción judicial propia. Y está probado: donde existen, hay menos violencia”, 

Guatemala siempre florece


GUATEMALA SIEMPRE FLORECERÁ

Este 2015 se cumplen 100 años del nacimiento en Guatemala de Mamá Maquín, mujer q’eqchi’ cuyo verdadero nombre fue Adelina Caal y que lideró a lo largo de su vida multitud de protestas en defensa de la vida, la tierra y el territorio. Precisamente, el pasado 29 de mayo se cumplieron también 37 años desde que en 1978 fuera asesinada por el ejército, junto a otras 52 mujeres, hombres y niños, en la comunidad de Panzós, cuando únicamente, pero una vez más, reivindicaban el derecho a vivir en condiciones dignas y justas.

El año de esta masacre de alguna forma se puede decir que abrió la etapa más dura de la guerra que el ejército y la oligarquía guatemalteca desató en ese país centroamericano y que hoy se conoce como del genocidio maya. Alcanzó sus cotas más brutales en los años 1982-83, bajo la dictadura del general Efraín Ríos Montt. 30 años después, principalmente gracias a la perseverancia y la ruptura del miedo de las mujeres ixiles supervivientes de aquella aterradora etapa, se consiguió llevar a juicio a este dictador. La sentencia fue de condena (80 años) por su responsabilidad en el genocidio, aunque las maniobras de diferentes poderes fácticos consiguieron la posterior anulación del juicio. Pero, a pesar de esta revocación, el pueblo lo juzgó y el pueblo lo condenó por genocida, como dicen hoy en Guatemala.

Como consecuencia directa de aquellos duros tiempos de la guerra, y durante los casi 20 años que van desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1996 hasta hoy, Guatemala fue adormilada. Los liderazgos, como el de Mamá Maquín y tantos otros, fueron eliminados, y la población superviviente interiorizó de tal forma el terror que pareció quedarse invisible por todos estos años. Esta situación permitía a la oligarquía “reinar” de forma casi absoluta y durante los últimos años entregar este país a las transnacionales (canadienses, españolas, italianas…) para su explotación y expolio, como si nuevamente hubieran regresado los tiempos de la colonia a los territorios mayas, xincas y garífunas. A la par de este proceso de venta barata del país, la corrupción se extendía en prácticamente toda la clase política y económica de Guatemala y el festival de la esquilmación y del robo se generalizaba, convirtiendo en gran medida a esta nación en un estado fallido, en el que pesa más el beneficio desenfrenado de los negocios del narcotráfico y de la oligarquía que la dignificación de la vida de las grandes mayorías.

Y sin embargo, hoy, cuando Mamá Maquín hubiera cumplido 100 años, Guatemala despierta y se extienden por todo el territorio continuas manifestaciones. Protestas que exigen el fin de la corrupción, la renuncia del presidente (responsable también del genocidio, por cierto, como jefe militar que fue en aquellos años) y de gran parte de la clase política. Protestas que empiezan a plantear cada vez más abiertamente el cuestionamiento del propio sistema y la urgencia por abrir el camino de la refundación del país, para construir con la participación de las grandes mayorías otro más justo y que verdaderamente redistribuya las riquezas del mismo. Otro país donde todos los pueblos y todas las mujeres y hombres de Guatemala tengan no sólo reconocidos sino que puedan realmente ejercer todos sus derechos como personas y como pueblos.

Posiblemente, sin saber todavía a ciencia cierta hacia dónde caminará este proceso en marcha, lo importante a destacar ahora es que el mismo se produce después de una guerra brutal, de un proceso muy controlado de transición política y de unos acuerdos de paz sistemáticamente incumplidos por los sucesivos gobiernos. Todo ello, como ya se ha indicado, de alguna forma generó una sociedad durmiente y desposeída. Y hoy se ha roto el miedo, éste ha sido sacudido de encima. En estas semanas se aprende nuevamente que la protesta de las mayorías consigue avances políticos y sociales que no se creían posibles hace poco. Hoy los pueblos de Guatemala se despiertan y empiezan a comprobar su propia fuerza para transformar el país y el sistema que hasta ahora lo ha controlado. Ése es un gran paso, porque aunque hoy los avances políticos reales, consecuencia de las movilizaciones, no consigan de forma inmediata las transformaciones posibles, habrán abierto conciencias de posibilidad, habrán abierto los caminos tantos años cerrados.

De todo esto los medios de comunicación en Europa no se están haciendo eco; no son hechos noticiables, pero están ahí. Y Guatemala, el país de la eterna primavera, de nuevo está floreciendo.

Jesus Gonzalez Pasos