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domingo, 14 de agosto de 2011

ORALIDAD: LA PRINCESA XINKA Y LAS PILAS DE SANTA CATARINA


LA PRINCESA 
DE LOS XINKAS
Y LA PILA DE SANTA CATARINA

Que pase adelante GüiGüicTa’wu (Piscoy del Aire), gran jefe de los flecheros dijo Cane’ Po’ococo Taglá (Príncipe Mapache Dorado), que era el llamado a heredar el reinado de los Xinkas; hijo del rey Sama NaSumah (Noche muy Oscura) Aquí estoy a sus órdenes mi gran señor contestó “Piscoy del Aire” Escucha GüiGüicTaguo: Quiero que le preguntes a mi padre Sama NaSumah, ¿cuándo dispondrá que se case mi hermana, la bella princesa MimeRurume (Ardilla Voladora)?

Si, mi señor; cumpliré fielmente sus órdenes dijo Piscoy del Aire Haciendo un obligatorio y respetuoso saludo militar, se retiró para entrevistarse con el jefe general de los Xinkas.
Ya en presencia de él, hace la pregunta a nombre del príncipe “Mapache Dorado”; pero ante el rango de Sama NaSuma, se hincó y muy sumiso, dobló la cabeza.  

El rey le ordena:

Levántate gran jefe de los flecheros GüiGüicTa´wu y dile a mi hijo para que la princesa se case, faltan muchas lunas y que además tengo que reunir al Consejo de Ancianos para que ellos lo determinen, en qué forma y cuándo debe de ser.

A la noticia de que ya se acercaba el casamiento de la princesa “Ardilla Voladora”, todos los Xinkas la recibieron con gran alegría y dispusieron pedir permiso al gran señor para hacer un baile de máscaras en honor a la princesa.
El permiso les fue concedido y se realizó el baile, para lo cual encendieron una gran hoguera por ser de noche. La fiesta fue iluminada con gruesas antorchas que portaban muchos hombres, bailando al compás de pitos y tambores, no faltando desde luego una marimbita hecha de madera de bambú y guarumo. Todos, dando grandes saltos de alegría, se emborracharon con el fermento de jocote jobo y otras frutas que producían aguardiente.
Mientras esto sucedía en el corazón de la tribu, en un lugar apartado y solitario, hincado al pie del chorro de “Uchapí”, con muchas lagrimas que resbalaban a torrentes por sus tostadas mejillas de guerrero, lloraba sollozando de dolor, de tristeza e inconformidad, un soldado de la guardia real de los Xinkas, que se llamaba Tuma Tosnay (Venado Brincador).  

Este era uno de los hombres más valientes con que contaba la tribu. Pero desgraciadamente el muchacho había tenido la mala suerte de haberse enamorado de la princesa “Ardilla Voladora” y ella también le correspondía amándolo. Pero estaba el inconveniente de que un plebeyo no podía aspirar a casarse con una persona de sangre real, porque según las leyes, éstos sólo se casaban con los de su clase social, además si alguno de los príncipes a casarse, no cumpliera o no quisiera cumplir con lo instituido  por la ley, sería condenado a morir a pedradas a la vista del novio, o la novia desairada. En ese caso, desde luego, el esposo de su amada sería algún príncipe de los reinados vecinos, y Tuma Tosnay le preocupaba todo eso, pues no deseaba que le sucediera nada a su princesa.

El soldado caminaba dolorido, mirando hacia el cielo en dirección de la luna, que iluminaba cristales de lágrimas en sus mejillas, las cuales como perlas caían confundiéndose con las burbujas de la fuente, la que con música divina, lloraba también la tristeza Xinka, que lentamente moría al compás de un concierto de grillos, llenando de misterios y de imponencia la noche rasgada lindamente por las bengalas de millares de luciérnagas fosforescentes, alternando la quietud, en un coqueteo de lentejuelas. Con la cabeza calenturienta y tembloroso de su cuerpo, dio algunos pasos sobre la alfombra verde de la grama, para escuchar mejor el cántico del búho, que le anunciaba la cercanía de la muerte, la que muy pronto llegaría a él, para darle el abrazo frío y el último beso que   él deseo; pero ahora, nomás era el viento gélido que soplaba sus labios con suave abanicar, transmitiéndole perfumes de montaña y olores místicos de la madre tierra.

Ya casi inconsciente llamó a los dioses les expuso su queja, pero ellos no le querían oír. Su voz ronca, vibrante y quejumbrosa, se perdía en la región inmensa del vacío de la montaña.
Los dioses por fin se llenaron de ternura y para calmarle sus penas, le enviaron la fulminante centella, que en figura de enorme serpiente de fuego, le partió el corazón, dejando el cuerpo ya inerte, resbalando suavemente sobre la fuente, la que con dulzura le lavó la sangre para abono de la tierra, en donde después nacieron muchos lirios blancos, perfumados jazmines de montaña y lindos pensamientos bicolores.  
También el musgo de la peña goteaba agua por todas partes, como lágrimas de tristeza por la muerte del soldado.  

Al amanecer recibió como bendición del cielo, el último calor del padre sol, que enrojeció   entristecido.
Por la muerte del enamorado de la princesa que nunca podría su amor ser correspondido… desde ese entonces en las noches de luna negra se ve una serpiente de fuego caminar cerca de la ladera, y en las noches de luna sazona se puede ver a ese guerrero llorando en la piedrona donde la fuente nace.


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