Erase una vez un planeta bello y maravilloso.
Un lugar tan perfecto que el Todo creo unos seres especiales para que disfrutaran de tanta belleza.
Así nació el hombre y la mujer.
Ambos eran felices.
Tenían el sol que calentaba su corazón y su alma.
La luna iluminaba sus caminos, despejando las penumbras y oscuridades.
Les acompañaban sus hermanos y maestros los animales;
De los terrestres aprendieron a acariciar la tierra y a ser coherentes con sus acciones.
De los alados a ver más allá de lo que se ve, teniendo perspectiva y obertura de ideas.
De los acuáticos, aprendieron a dejarse llevar por el fluir de la vida desde la confianza.
De esta manera el hombre y la mujer vivían en armonía con toda la Creación.
Ambos eran los custodios de la Tierra.
El hombre salía a cazar y tomaba lo que necesitaba para alimentar a su consorte.
La mujer honraba a la Tierra y como buena hija sembraba y recogía sus frutos…
Y la Planta Maestra, la Madre, la 'Uma,
Enseñaba…
Orientaba…
Susurraba…
Para que siempre recordarán quienes eran y de donde venían.
Pasaron miles de años…
Algunos olvidaron…
Otros sintieron nostalgia…
Poco a poco, algunos… encontraron su esencia, recuperaron sus orígenes y raíces…
Descubrieron la… Sabiduría de la Tierra.... La memoria esencial del Padre Sol