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miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL ASUNTO OLVIDADO EN GUATEMALA: LA EDUCACIÓN BILINGÜE INTERCULTURAL




El pacto que faltó (IV): educación bilingüe

Partamos de un hecho básico: la ciencia ha mostrado ya contundentemente que los niños aprenden a leer y escribir más rápido, fácil y eficazmente, si se les enseñan las primeras letras en su idioma materno.

Negar la necesidad cultural y política de la educación bilingüe solo cabe en una mentalidad excluyente, cuando no abiertamente racista y cobarde, que teme más a los retos del multilingüismo que a los beneficios de la unidad y la equidad.
La lectura y la escritura no son habilidades naturales al cerebro humano, y toma mucho esfuerzo adquirirlas. Cuando la lectura y la escritura parten del conocimiento que el niño ya tiene de su idioma hablado, la tarea se facilita considerablemente. 

En un país donde la mitad de las personas han aprendido desde niños a hablar en un idioma que no es el español, no se necesitan muchas luces para concluir que al menos esa mitad de la población tiene algo que ganar con aprender a leer y escribir en su idioma materno, aunque no sea el español; cosa que probablemente ayude a la economía y con ello al resto de nosotros también. Esta es la parte fácil: entender que la educación bilingüe es una cuestión de eficacia y de eficiencia. Hasta aquí, resistirse a una educación que empiece con los idiomas de la mayoría, en los primeros grados, solo puede deberse a la ignorancia sobre temas elementales de pedagogía y desarrollo neurológico.

Pero la cosa es más complicada. El idioma materno no es solo una forma de comunicación a ser adquirida de forma eficiente, como diría el tan citado McLuhan, el medio es el mensaje. Cuando, siendo guatemaltecos, nos expresamos en inglés: "ala, qué heavy", no solo comunicamos un contenido -"me gusta"- sino que decimos algo acerca de nosotros mismos: "soy moderno y cosmopolita" (o al menos, quisiera serlo). La elección de idiomas a enseñar en la escuela, y las condiciones bajo las que se enseñan, tiene mucho que ver con decisiones acerca de estos meta-mensajes. Enseñamos inglés por aspirar a la modernidad comercial y tecnológica, francés por reclamar raíces en el iluminismo europeo. Si escogiéramos enseñar en k'iche'... ¿sería por ser parte de la cultura subyugada por los españoles, o por destacar nuestras raíces precolombinas? Evidentemente es un tema problemático este de los significados. Sin embargo, es uno que un Ministerio de Educación no puede considerar cosa juzgada, mucho menos barrer bajo la alfombra, como si bastara con ignorar los retos para que se resuelvan.

Finalmente está la dimensión política de la educación bilingüe. Optar por enseñar -o no- los idiomas indígenas, es una decisión que expresa una prioridad política, no simplemente un asunto de disponibilidad financiera. Comprometer al Estado con enseñar el idioma de algunos, es afirmar la propiedad de estos sobre el Estado, es confirmar su ciudadanía. Excusar esta responsabilidad, es igualmente marginar a algunos del espacio central de la comunicación en la conformación de la nación, de la identidad compartida.

La multiculturalidad es un hecho en Guatemala. Negar los beneficios pedagógicos de la educación bilingüe en los primeros años podrá ser asunto de ignorancia, pero negar su necesidad cultural, y sobre todo política, solo cabe en una mentalidad excluyente, cuando no abiertamente racista y cobarde, que teme más a los retos del multilingüismo que a los beneficios de la unidad y la equidad. Las penosas e impertinentes declaraciones de un privilegiado líder empresarial, tanto como la oficiosa defensa del idioma español en la pluma de un editorialista (poco excusable por ser el lenguaje el objeto de su profesión), destacan que en esta materia aún no salimos de una bruma espesa, ignorancia mezclada con malicia.

El primer paso para superar esta situación, será reconocer que no basta con el modelo de educación bilingüe que hemos usado hasta aquí. A pesar de sus logros y expansión, la educación bilingüe apenas llega a una fracción de quienes la necesitan, no digamos ya de la población nacional. Seguir como hasta aquí, es un implícito afirmar que la educación bilingüe es "educación de segunda para gente de tercera". 

Más que dedicar unos pocos recursos específicos a la educación peculiar de algunos, necesitamos admitir (¡al fin!) que todos los recursos del Ministerio de Educación deben orientarse a este propósito desde su lógica fundamental. Si hemos de ponernos serios en esto, será necesario adoptar la educación bilingüe como la forma oficial en que Guatemala educa a sus hijos, a todos sus hijos.

Plaza Publica.