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miércoles, 29 de enero de 2014

EL CALENDARIO CLIMATICO XINKA


LAKMAK KIAK
EL CALENDARIO CLIMÁTICO DE LOS ABUELOS XINKA

La cultura Xinka es rica en conocimiento empírico ancestrales, es decir, basado en la experiencia y lo que se ha observado a lo largo del tiempo que conoceremos como ciencia tradicional.

Ejemplo de lo anterior es la técnica basada en la observación del clima durante el primer mes del año para pronosticar cómo será el clima en los meses siguientes: el llamado Calendario Agricola, cabañuelas entre otros nombres que se le han adoptado a través del tiempo, Lakmak Xawatza como se le conoce popularmente a cada día del periodo de tiempo mencionado.

ORÍGENES
El origen de las cabañuelas proviene de los Protosincas (xinka 3,000 al 1,500 a.c.), quienes a su vez tomaron esta técnica para pronosticar el tiempo adoptada luego por grupos como los mayas y otras culturas como los aztecas. Los calendarios de ese entonces consistían de 18 meses de 20 días cada uno y cada día del primer mes dejaba ver cómo sería el clima de cada uno de los otros meses que le seguían, según el conocimiento antiguo.
Ya con la llegada de los invasores europeos y el calendario gregoriano de 12 meses, se adaptaron las cabañuelas a este calendario.

Aparte de las diversas maneras de pronosticar las condiciones meteorológicas, como por ejemplo los remolinos de tierra, las “casas” en la Luna o en el Sol, las hormigas con alas, los eclipses, y otros fenómenos, para los xinkas las cabañuelas son parte del conocimiento y ciencias tradicional  del tiempo, se basa en todos los días del primer mes del año y con ello predice las condiciones para los próximos 334 días; es una auténtica sabiduría oral. 

Por citar un ejemplo, tenemos que si el día 9 de enero es nublado, templado y lluvioso, entonces alguien dice: “Ah, es que estamos en la cabañuela de septiembre”. Luego, al día siguiente, las particularidades climatológicas pueden ser de cielo despejado, con viento y algo frío. “Bueno, explican, es que ahora estamos en la cabañuela de octubre”.

EL SISTEMA CIENTIFICO

Primero hay que llevar una bitácora detallada del comportamiento meteorológico de cada día de enero, donde se anoten los datos pertinentes. Utilicemos el día 6 como ejemplo, el cual corresponde al mes de junio. Así que desde temprano observamos el cielo, el viento y la temperatura. El resultado nos daría algo como lo siguiente: soleado, sin viento y caluroso. (Por supuesto que estos datos son relativos porque a lo largo del día puede haber variaciones relevantes como: primero fresco y luego caliente, así como primero nublado y después soleado. Por ello es mejor tomar una media, es decir, qué predominó más horas durante el día.)

Entonces, cada día tiene un mes que se le atribuye de manera sistemática (del 1 al 12 es ascendente y del 13 al 24 descendente).

Después tenemos que del día 25 al 30 se toman por medio día para cada mes; desde la madrugada hasta el medio día, la tarde y noche.

Finalmente tenemos al día 31 con sus 24 horas. En este caso cada dos horas son asignadas a cada mes, a partir de la madrugada.

Y bien, ya tenemos todos los días y sus horas correspondientes a cada mes del año. Si volvemos a nuestro ejemplo original, que es el mes de junio, sabemos que sus días son el 6, el 19, la tarde y noche del 27, y las horas de las 12:00 a la 1:59 de la tarde del día 31.

El sistema parece complicado, pero todo es ser pacientes, sistematico y observar con detalle todos y cada uno de los días, realizar las anotaciones adecuadas, analizar y comparar todos los datos obtenidos para luego sacar las conclusiones de cómo será el clima en tal o cual mes del año. Así, con mucha anticipación ya sabremos cuándo lloverá, qué meses serán muy calientes, cuáles serán fríos, cuándo habrá heladas, y demás, sin necesidad de estar pendientes de los pronósticos del tiempo en la televisión, los cuales, son poco confiables debido a que manejan datos muy globales y temperaturas máximas y mínimas en los extremos para asegurar “poco margen de error”.

Queda asentado -aun en el inconsciente colectivo-, que el conocimiento popular suele ser muy certero, pues con base en la observación ancestral y cotidiana de los fenómenos naturales, del comportamiento de los animales, del desarrollo de la vegetación e, incluso, de las dolencias repentinas de nuestro propio cuerpo, llegamos a descubrir otros acontecimientos del entorno, aunque se diga que tal conocimiento ya se ha perdido.