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jueves, 30 de enero de 2014

EL ENCANTO DE LOS CERROS (TRADICIÓN ORAL XINKA)


EL ENCANTO DE LOS CERROS 
(TRADICION ORAL XINKA)
Ed D. Cesar Augusto Castillo

Cierto dia mi abuelo nos contó una historia que en algunas lugares de nuestro territorio xinka, existian unos cerros los cuales ningun hombre cuidaba pero que se cubrian de mucha vegetación y frutas de todo tipo, y que siempre los arboles frutales tenían frutas aun cuando no era temporada, eran propiedad del Señor del Cerro. 
se decia que estos sitios fueron guardados y bendecidos por los antepasados XINKAS para que sus ancestros y descendientes tuvieran un lugar de descanso eterno.  

Al desaparecer en gran parte de la cultura Xinka por la invasión y persecución de la invasión española, estos lugares comenzaron a ser visitados por personas las cuales determinaron que dichos lugares tenían cierto secreto, magia de encantamiento, pues los árboles no cesaban de producir sus frutos. 
Cierto día un muchacho llamado Arluta entro al territorio del Señor del Cerro y en la entrada encontro un letrero que decía: "puedes tomar todo lo que puedas comer todo lo que quieras disfrutar todo lo que deseen, hasta que se ponga el sol, pero jamas saque nada o los guardianes del cerro lo estorbaran. 

Arluta comió y comió, camino y encontró arboles de todo tipo y forma, aguacates, aceitunas, lorocos, nisperos, banano, jocote, anona y muchos mas. El muchacho no hizo caso al letrero, pues el era escéptico a eso, saco una bolsa que llevaba consigo y robo varias frutas y la deposito en la bolsa. 

Empezó a caminar hacia la salida, pero cada vez se daba cuenta que el tramo era mas largo, y siempre llegaba al mismo lugar, le llego la noche ya perdido. y cuentan que durante la esa noche no encontró el camino hasta que arriba de un amate, escucho un silvido.... shiiiiiiiiiiiifffff, voltio hacia arriba y encontró a un individuo que sin pronunciar palabra, le señaló la bolsa de frutas y luego los árboles. 
Arluta entendió que debía devolver lo robado, y pedirle perdón al Señor del Cerro por haberse aprovechado de su hospitalidad, dejo regadas en el suelo las frutas al pie de los árboles. 
Al hacerlo camino por 16 minutos y estaba ya amaneciendo y recostó su cabeza sobre lo que parecía un árbol frondoso de Matilisguate, al despertar vio a bastante gente entrando en la puerta de aquel misterioso lugar, que lo saludaron muy amablemente con un ¡¡Tz'ama Pa'ri Arluta tuuri!!, el muchacho asustado se levanto corriendo y jamas volvio a tomar nada que no fuera "necesario" para su vida.