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miércoles, 18 de marzo de 2015

MUJERES XINKAS y su concepción del cuerpo cosmovisión y territorio


MUJERES XINKAS 
y su concepción del cuerpo 
 cosmovisión y territorio

Se hacían llamar Mujeres Trabajadoras Flores del Café. Hace doce años era un pequeño grupo de mujeres indígenas residentes en las aldeas dispersas de la montaña de Santa María Xalapán (Jalapa). Corría el año 2003 y muchas de las mujeres rurales que lo conformaban no habían tenido acceso a la escuela, mientras que otras apenas habían logrado aprobar algunos grados de la primaria. Se sabían y sentían distintas a las mujeres del pueblo en su forma de  hablar, de vestir y, sobre todo,  por las pocas oportunidades que habían tenido en la vida. Así que completar su educación primaria y conocer sus derechos ciudadanos fueron las primeras tareas que emprendieron. Para ello debieron generar su propio espacio de formación política para lo cual tuvieron el apoyo del  Sector de Mujeres.

Pronto estas mujeres  se percataron de que les faltaba algo más: su reconocimiento cultural. A lo largo de sus vidas se habían sentido discriminadas por  vestirse con telas de colores encendidos, usar delantal y sandalias, ser morenas y  “gente del campo”. Al bajar al pueblo, los ladinos les decían “indas coludas” o “caitudas”, “montañeras”…

No pocas veces los encargados municipales les tiraron sus  canastos de frutas y verduras cuando ellas se colocaban en las calles próximas al mercado para vender. Sí, sabían que sus abuelos y abuelas hablaban un idioma distinto al español y  al poqomam de sus vecinos de San José Pinula y San Luis Jilotepeque. Así que en el 2004 y 2005 las mujeres rurales de la montaña iniciaron un proceso de autodescubrimiento étnico y cultural que se inauguró con autonombrarse xinkas, lo cual implicó la búsqueda de sus raíces y la recuperación y dignificación de sus tradiciones culturales. 

El proceso de recuperación cultural fue importante y condujo a las mujeres a renombrar al grupo como Asociación de Mujeres Indígenas de Santa María Xalapán, AMISMAXAJ. Si bien es cierto que la búsqueda de la dignificación étnica era impostergable, pronto se percataron de que, a la par, debía ir la procuración de su visibilización y la denuncia de la violencia de que eran objeto. No era fácil hablar del tema en una ambiente social históricamente permeado por el machismo, los patrones de crianza y convivencia patriarcales. Plantarse frente al público y hablar había sido hasta entonces una experiencia que ellas no habían tenido: “las primeras veces que me paraba allí enfrente apenas si podía hablar porque comenzaba a llorar” –declaró una mujer entrada en años. En marzo de 2007, las integrantes de AMISMAXAJ –junto a las de ASODEMA (Asociación De Mujeres Nuevo Amanecer) salieron  a las calles de San Carlos Alzatate, llevando pancartas que decían “No más violencia en mi cuerpo, en mi casa y en mi país”. A partir de allí nada las detuvo y se hicieron presentes en los distintos espacios de la sociedad para dar a conocer su postura y propuestas.

Desde el 2009, AMISMAXAJ reflexiona sobre la conservación de los recursos naturales, el fomento de las semillas nativas y la contaminación ambiental. De allí parte su línea de pensamiento sobre la defensa territorial para lo cual unieron esfuerzos con varias instituciones en el ámbito local, incluyendo a la Iglesia católica.

A raíz de la participación de la Asociación en varias actividades feministas en los contextos nacional e internacional, las mujeres xinkas se percataron de que existen discursos y prácticas de vida con las cuales no se sienten identificadas y se declararon “feministas comunitarias”. Este concepto articula el cuerpo, la cosmovisión y las experiencias e historias de vida de mujeres que, como ellas, han vivido en realidades sociogeográficas, económicas e históricas distintas a las feministas mestizas o blancas, urbanas, académicas y heterosexuales. 

El feminismo comunitario propone que la opresión tiene distintas interpretaciones dependiendo del lugar a partir del cual las personas se sitúan y actúan. Por supuesto, el término no dejó de levantar controversia entre los organizaciones de mujeres y ya no digamos en el contexto local, en donde ellas fueron  vistas como mujeres haraganas e inmersas en actividades que no servían para nada: “acaso ese mujeral te va a dar de comer”, le reprochó un marido a una de las participantes de la Asociación. 

Pese a las adversidades, AMISMAXAJ sostiene el feminismo comunitario, subrayando que el término implica que las mujeres indígenas rurales se erigen como “sujetas epistémicas” en el sentido de que tienen agencia y capacidad para generar pensamientos y propuestas propias, pero alimentadas con las experiencias de otras mujeres del Sur a quienes han conocido en encuentros en Bolivia, Cuba, Ecuador, Colombia y otros países.

Actualmente, AMISMAXAJ, trabaja en torno a “la sanación como camino cósmico político”, implicando que no es posible avanzar en los procesos políticos sin antes curarse a nivel individual y colectivo. Esto implicaría superar traumas, duelos y pérdidas. La recuperación de  los saberes de las abuelas también pasa por ese complejo proceso de sanación física, emocional y simbólica. Su lucha por la defensa territorial no podría entenderse sin aludir a este complejo proceso de reflexiones y búsquedas.

- FLACSO-