DE ABORÍGENES NECIAS Y SALVAJES
A INDIAS BONITAS
CONSTRUCCIÓN DE UN ESTEREOTIPO DE LAS MUJERES INDÍGENAS
1800 AL 1900
Las concepciones sexistas y racistas sobre las mujeres indígenas diferente a la de los hombres indígenas. Si bien ambos géneros formaban parte de un ente indígena, el cual de por sí era considerado biológica y culturalmente inferior al europeo civilizado, idea acorde al contexto cultural donde subyacieron las investigaciones antropológicas dedicadas al estudio de las "razas", la concepción en torno a las mujeres indígenas tuvo connotaciones aun más peyorativas.
La conformación del estereotipo de lo indio fue alimentada por una interacción entre las ideas de los extranjeros y las de la élite intelectual, lo cual fue posible debido al contexto ladinizador y segregativo del indio, donde el desarrollo de la ciencia fue fundamental. Algunas expresiones de tal interacción, relacionadas con la manera en que los antropólogos pretendían representar a los indígenas en el mundo moderno europeo y cómo en el viejo continente se conformó un americanismo europeo.
La diferencia de género en cuanto a las concepciones sobre lo indígena; acerca de las mujeres, a quienes los antropólogos no sólo consideraron inferiores por ser indígenas sino también por ser mujeres.
¿INDIAS BONITAS?
En la figura que se llama oxímoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de luz oscura; los alquimistas de un sol negro. (Borges)
Reflexionar acerca del certamen de La India Bonita, llevado a cabo en 1921, me llevó a considerar que la figura del oxímoron, mencionada por Borges, bien podría ajustarse al título del concurso, pues el "epíteto que contradice la palabra" india es precisamente bonita. Si bien la concepción de belleza ha tenido diversas transformaciones tanto en el espacio como en el tiempo históricos, en el caso particular de ésta como un atributo de las mujeres indígenas, encuentro una consistencia importante en los antropólogos y aquellos del primer cuarto del siglo XX. Ambos creían que las indígenas por naturaleza no eran bonitas. Los primeros consideraron que las indias carecían de belleza y en cambio tenían una apariencia salvaje e incluso grotesca; y los independentistas, en su búsqueda de una india bonita, partieron del hecho de que entre más cerca estuvieran ellas de la civilización más lo estarían de la belleza.
Por otra parte, es interesante observar que, al parecer, no sólo los antropólogos negaban la existencia de la belleza en las indias, sino que tal como lo mostró el desarrollo del certamen mencionado, incluso mujeres de otros sectores sociales no pudieron comprender la búsqueda de una india bonita. Así, algunas aspirantes al concurso (mujeres de clase media) creían que un requisito estaba cubierto: la belleza; sin embargo, carecían de la "indianidad". Para solucionar este problema optaron por portar un atuendo que las hiciera parecer indígenas; por ello, enviaron su fotografía, para ingresar al concurso, disfrazadas de indias.
Por lo anterior, es posible considerar que el certamen de La India Bonita fue un evento que concentró un bagaje conceptual relacionado con los atributos que denotaban la particularidad del ser de las mujeres indígenas; el cual, de alguna manera, fue resultado tanto de la interacción entre antropólogos extranjeros y nacionales como de los cambios culturales que se estaban presentando en los momentos posteriores a la independencia. En este sentido, la figura de la india bonita no sólo surgió en el marco ideológico que prometía la integración de los grupos populares al proyecto nacional, también fue producto de las tendencias de los estudios antropológicos circunscritos a la diferencia de género, tendencias que partieron desde los primeros estudios antropológicos que se realizaron promovidos por extranjeros.
HISTORIA DE GÉNERO
La historia de género se ha desarrollado con base en el planteamiento de que el género implica las "relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos". La percepción de tales diferencias ha contribuido, entre otras cosas, a la creación de identidades subjetivas como la masculinidad y la feminidad. No existe una sola masculinidad o una sola feminidad sino muchas, las cuales, para comprenderlas, deben ser analizadas de acuerdo con el contexto histórico en que fueron creadas.
Así, dentro de la variabilidad de construcciones femeninas, es importante hacer un análisis acerca de la forma en que se construyó un estereotipo de las mujeres indígenas estudiadas por algunos antropólogos a finales del siglo XIX y hasta la segunda década del XX. Para ello, he utilizado como fuentes algunos de los trabajos etnográficos de Frederick Starr y Carl Lumholtz donde expresaron tanto la concepción que tenían de las indígenas como la representación de ellas en algunas de las fotografías circunscritas a sus investigaciones.
Así, además de mostrar la configuración de un estereotipo de las mujeres indígenas presente en la mayorias de investigaciones etnográficas, es necesario reflexionar acerca del lugar que ocuparon estas mujeres en un contexto nacionalista donde lo indígena se consolidaba como un elemento antinacionalista, apesar de la añoranza por preservar el pasado glorioso "maya" del cual la cultura indígena viva era representante, pero al mismo tiempo se invisibilizaba y destruía la identidad de otros pueblos.
Por otra parte, siguiendo de cerca la configuración de una identidad femenina, se pretende analizar cómo, si bien las poblaciones indígenas fueron consideradas inferiores un elemento importante que conforma el cuadro del estereotipo de lo indígena, las mujeres ocuparon un lugar todavía más bajo; lo cual nos demuestra las relaciones de género, relaciones de jerarquía en donde los antropólogos impusieron las cualidades que les correspondían a las mujeres indígenas. Así, la relación entre éstas y los antropólogos puede ser considerada como una "relación de poder", en donde los antropólogos representaban una hegemonía intelectual que imponía juicios a este grupo subalterno, los cuales pueden observarse no sólo a través de los textos sino también de las imágenes que demuestran "el imaginario de los hombres", en este caso, de los científicos antropólogos.
La importancia que tiene el hecho de analizar las imágenes está vinculada con la validez científica que tuvo la fotografía dentro del ámbito antropológico. Así, uno de los elementos que contribuyó al análisis de las diferencias raciales y culturales fueron las imágenes fotográficas, antropológicas y étnicas, las cuales ocuparon un lugar importante en las investigaciones. Este tipo de fotografía era considerado un auxiliar necesario para el antropólogo, pues implicaba "la más acabada descripción que se hiciere del tipo étnico, caracteres raciales, particularidades de conformación física, usos y costumbres". El uso de la fotografía en el ámbito científico: "se ajustaba bien al espíritu positivista. Se pensaba que, en comparación con los dibujos, las fotografías representaban la objetividad científica, el supuesto dato puro sin interpretación alguna, ‘la realidad real’". Por ello, podríamos considerar que el uso de la fotografía daba legitimidad científica a la antropología, ya que representaba el testimonio de las observaciones realizadas durante la investigación.
De esta manera, la antropología tuvo como objetivo fundamental el estudio de poblaciones indígenas o aborígenes: poblaciones "sin historia". Así, la antropología considerándola en un sentido amplio y en términos de un contexto decimonónico tenía la tarea de estudiar: "las diferencias y las causas de las diferencias de la estructura, el funcionamiento y otras manifestaciones de la humanidad, de acuerdo con el tiempo, la variedad, el lugar y la condición".
Por lo anterior, esta ciencia estuvo vinculada al estudio de las diferencias entre las diversas poblaciones humanas, las cuales eran clasificadas como razas. En el ambiente epistémico moderno, el hecho de clasificar tenía sustento en diferenciar los elementos jerárquicamente. Por ejemplo, para Georges Cuvier, todos los seres vivos debían ser clasificados de lo más simple a lo más complejo; el lugar de cada ser era dado con base en sus funciones; así, para el padre de la anatomía comparada existía una complejidad decreciente que iba desde el hombre hasta el zoófito.
De esta manera, en relación con los otros seres vivos, el ser humano se encontraba en un escalón superior. Sin embargo, el proceso de clasificación también tuvo efecto para jerarquizar a las poblaciones humanas, y el indicador para llevar a cabo tal efecto fue el grado de inteligencia, el cual era medido de acuerdo con el tamaño del cráneo y la forma en que éste se desarrollaba. Un conocimiento dedicado a realizar tales mediciones fue la craneometría, disciplina implícita en la antropología, particularmente en la antropología física.
Si bien los estudios osteológicos estuvieron encauzados a demostrar que el hombre estaba sometido a un proceso de evolución, los estudios etnográficos no se quedaron atrás, puesto que se llegó a creer que las poblaciones indígenas representaban un grado de evolución inferior a la civilización occidental, incluso se llegó a establecer la existencia de un parecido entre algunos individuos de estas poblaciones y los simios.
Por otra parte, es importante reiterar que las imágenes fueron fundamentales para registrar "la diversidad y las semejanzas" de los otros. Uno de los elementos esenciales que se fotografiaba era el rostro, considerado "como el lugar donde podía verse escrita la marca de la herencia y la particularidad biológica, a veces incluso de la psique"; de ahí que las fotografías de frente y de perfil fueran una constante.
La percepción de un parecido, de alguna manera se relacionó con la presencia de un estereotipo impuesto a las poblaciones aborígenes consideradas inferiores en relación con la civilización europea.
Por otra parte, no sólo las comparaciones anatómicas fueron un medio para confirmar un estado de evolución, también lo fue la cultura. Algunos estudios prehistóricos fueron desarrollados para procurar el hallazgo de artefactos culturales, o bien de restos osteológicos, de sus posibles productores.
Un ejemplo de cómo los objetos fueron usados para establecer una clasificación cultural jerárquica es el caso de figurillas halladas a finales del siglo XIX. Tales objetos, según Edouard Piette (1827-1906), "demostraban una elaboración rústica", "naturalista", lo que denotaba que quienes los habían producido sólo eran "copiadores" de la naturaleza y por lo tanto carecían de "creatividad", elemento indispensable para un "artista". Por ello, se creyó que las poblaciones que habían elaborado tales "esculturas" tenían una "inferioridad cultural".
De esta manera, los elementos copiados de la naturaleza según lo demostrado en las figurillas fueron las características físicas de algunas mujeres, como la prominencia de las caderas y del vientre, causadas por adiposidades.
Como podrá observarse, hasta aquí no se ha mostrado alguna percepción de género; sin embargo, en el contexto de la investigación de Piette sobresale un elemento que nos conduce a un análisis de género relacionado con la cultura que produjeron las figurillas mencionadas.
Si bien no puede asegurarse que la mujer indigena fuera considerada un ser inferior en términos evolutivos, puesto que la idea de que el desarrollo de los seres vivos estaba sujeto al tiempo tuvo su mayor auge en el último tercio del siglo XIX, sí podemos suponer que la intención de exponerla o bien de producir dibujos y caricaturas de ella estuvo relacionada con promover una apreciación en torno a las diferencias raciales existentes en los diversos grupos humanos, lo que de alguna manera sí implicó una supuesta inferioridad.
Este fervor por clasificar y dar cuenta de las diferencias entre los seres vivos estuvo presente —como ya se ha mencionado— en Georges Cuvier; sin embargo, él no sólo se limitó a diferenciar a los seres vivos sino también a los grupos sociales, y de igual manera estableció jerarquías entre ellos. Por ejemplo, se refirió a los nativos africanos como: "la más degradada de las razas humanas, cuya forma se aproximaba a la de los animales y cuya inteligencia era insuficiente para alcanzar un gobierno". En este sentido, si bien a principios del siglo XIX se pensaba en la existencia de diferencias entre las diversas poblaciones humanas, las cuales implicaban inferioridad, aún no existía la creencia de que tal inferioridad tuviera relación con la falta de evolución, y de hecho con la evolución misma.
Finalmente, el caso de las observaciones de las características anatómicas de la mujer indigena a principios del siglo XIX y de los rasgos de representación natural atribuidos a las piezas llamadas Venus, circunscritas a los estudios prehistóricos de finales del siglo XIX, representan episodios valiosos para observar cómo se fue configurando un estereotipo de algunas mujeres indígenas, quienes, por un lado, aparecían como exóticas, diferentes e inferiores en relación con el tipo de mujer clásica, cuya presencia, aunque no se menciona, es posible inferir en el imaginario de los hombres, puesto que los estereotipos se basan en la oposición de características entre dos sujetos.
Por otra parte, quienes produjeron las figurillas también fueron considerados inferiores debido a su arte primitivo. En este sentido, belleza exótica, inferioridad racial y primitivismo (relativo a no evolucionado en su totalidad) fueron algunos de los elementos que formaron parte de un estereotipo sobre las mujeres indígenas que empezaba a consolidarse. Dichos elementos fueron atribuidos también a mujeres indígenas estudiadas en otros espacios geográficos.
LAS MUJERES INDÍGENAS Y LOS ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS DE FINALES DEL SIGLO XIX
Considerando que los primeros antropólogos eran regularmente ciudadanos de las potencias colonizadoras, nuestro territorio no fue la excepción: el desarrollo de la antropología en este país, fue iniciado por extranjeros. Así, los antecedentes de los primeros estudios antropológicos fueron aquellos que se realizaron durante la Intervención europea:
[...] incluyó en su programa las investigaciones antropométricas y la recolección de restos humanos, antiguos y modernos [...] Tanto los miembros viajeros de esa Comisión como los médicos del ejército expedicionario y algunos jefes del mismo, ayudados por particulares, hicieron mediciones de indios, criollos y mestizos. Recogieron también restos esqueléticos que fueron estudiados; así se enriqueció la colección de la Sociedad de Antropología de París, Alemania e Inglaterra. Los resultados de esta labor se conocieron en parte hasta el año 1890.
"Posteriormente a la independencia, empezaron a visitar nuestra República viajeros distinguidos que se ocuparon de estudios antropológicos". Algunas de las personalidades interesadas en la diversidad indígena del país, cuyos estudios en conjunto abarcaron desde el norte hasta el sur de la geografía".
Durante este periodo de la historia, hubieron estudio de la diversidad indígena, además de que la mayoría de ellos tuvieron el apoyo de instituciones como museos o universidades, las cuales también se interesaron en ese tipo de estudios. En su mayoría:
[...] se habían formado como naturalistas o médicos y se interrogaban por la diversidad de las razas humanas desde la perspectiva de los estudios antropométricos; otros eran viajeros interesados en los restos arqueológicos o en los grupos étnicos y abordaron la cuestión racial a través del análisis del carácter de las naciones.
Si bien los antropólogos que llegaron durante el último tercio del siglo XIX desarrollaron fundamentalmente estudios antropológicos étnicos, y no estudios de género de las poblaciones indígenas, en sus investigaciones es posible observar la presencia de una percepción que diferenciaba los atributos femeninos de los masculinos, en la cual las mujeres fueron menos favorecidas. Para observar la presencia de tal elemento, he tomado como fuente de análisis únicamente los trabajos de dos personalidades extranjeras, las cuales, a pesar de haber tenido formaciones distintas, tuvieron una percepción acerca de las mujeres indígenas muy parecida, misma que es posible analizar y comparar observando algunos argumentos e imágenes circunscritas a sus investigaciones.
Durante estos estudios, se examinó 23 poblaciones y midió a 2 847 personas. Además de las mediciones antropométricas, también realizó fotografías y moldeados en yeso; tales actividades se llevaron a cabo entre enero y marzo de 1898.
En cada población se midieron 100 hombres y 25 mujeres; de cada persona se tomaron 40 medidas, y de cada lugar se tomaron de 50 a 60 fotografías. Estas últimas fueron de cuatro tipos: retratos de frente y de perfil de cada persona, grupos mostrando sus costumbres, vida cotidiana e industrias y paisajes; cabe mencionar que las imágenes fueron tomadas por los fotógrafos Charles B. Lang y Bredros Tartarian. El trabajo de Frederick Starr permite considerarlo una persona muy comprometida con su profesión, no sólo por la enorme cantidad de datos que reunió durante sus investigaciones sino también por lo laborioso que le resultó conseguirlos.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentaban —e incluso hoy enfrentan— los antropólogos era: ¿cómo obtener información del otro para quien se es un desconocido? Si bien el trabajo etnográfico de Bronislaw Malinowski ha sido una referencia imposible de ignorar —debido a que muestra el uso de diversos instrumentos de la etnografía—, en el último tercio del siglo XIX, si bien se hacía trabajo de campo, la forma de acercarse a los informantes era distinta, debido a que la información que se buscaba también lo era.
En este sentido, existe una enorme distancia entre buscar diferencias raciales para lo cual es necesario utilizar la antropometría y buscar las desigualdades culturales que hacen particulares a los diversos grupos humanos, para lo cual es necesaria la convivencia e incluso la empatía. Así, Frederick Starr fue parte de la comunidad científica que buscaba lo primero. De esta manera, sus estudios estuvieron dedicados al análisis de los grupos indígenas para establecer las particularidades raciales que los caracterizaban.
En sus investigaciones, Starr no sólo caracterizó a los indígenas en general, también estableció diferencias de género, lo cual es posible observar en sus escritos. Una de las primeras alusiones, en este sentido, estuvo relacionada con las dificultades que se le presentaron al realizar las mediciones antropométricas a las mujeres:
Fuimos a las gobernaturas, y allá en poco tiempo cuatro policías trajeron una mujer del mercado. De mala gana ella se sometió a ser medida, después de lo cual los cuatro policías fueron otra vez al mercado, y poco después reaparecieron con un segundo sujeto. De esta manera fue el trabajo, con cuatro policías para cada mujer, hasta que nuestro número completo fue finalmente asegurado y el trabajo completado.
Si bien Starr contó con la ayuda de las autoridades locales para realizar sin problemas su trabajo, decidió reducir la muestra de las mujeres que serían medidas para aprovechar el tiempo de manera eficiente. De esta manera, en el producto final de su investigación publicada bajo el nombre The Physical Characters of the Indians, puso en claro el hecho de haber elegido una muestra de mujeres indígenas más pequeña en relación con la de los hombres.
Los caracteres de raza son más marcados en los hombres que en las mujeres, las mujeres de todas las tribus son, por lo tanto, más parecidas que los hombres; es más difícil conseguir mujeres para medir que hombres, cuando se consiguen, ellas son menos fácil de medir, a causa de su terquedad, estupidez o miedo. Estas son las razones por las que un menor número de sujetos femeninos que masculinos eran solicitados....
...La dificultad para medir a las mujeres indígenas necias, estúpidas y miedosas no fue la única razón por la cual sólo se decidió contar con 25 mujeres; la pequeñez de la muestra también estuvo relacionada con el hecho de economizar esfuerzos: puesto que entre las mujeres había una singular similitud y debido a que los estudios raciales implicaban tomar de muestra a los tipos más representativos de cada etnia, no tenía sentido repetir los casos, pues las mujeres, según Starr, a pesar de pertenecer a diferentes etnias, eran parecidas.
La resistencia de las mujeres a tomarse fotografías, considerada por Starr como "terquedad", puede observarse a través de algunas imágenes, en las cuales se nota el desagrado ante la cámara. Así, en las imagenes es posible ver que la mujer fotografiada no mira hacia la cámara, aun cuando la pose es de frente. En cambio, se observa un comportamiento diferente por parte de un hombre (ambas personas pertenecen a la misma etnia).
Si bien las imágenes nos permiten interpretar una posible resistencia por parte de las mujeres indígenas a ser un objeto de estudio, es necesario un análisis másprofundo para determinar que algunos gestos y posturas signifiquen eso. Sin embargo, lo que sí queda claro es que Frederick Starr percibía de distinta manera a mujeres y hombres. Además, las connotaciones que dio a las primeras las hacen ver como un grupo inferior que frecuentemente limitó el trabajo de este personaje.
Carl Lumholtz: mujeres indígenas bellas y mujeres indígenas feas
Carl Lumholtz (1851-1922) representa otro ejemplo de cómo los estudios antropológicos estuvieron impregnados por una visión de género. Su primer acercamiento con comunidades indígenas fue con los australianos y, como producto de sus experiencias con ellos, publicó en 1889 el texto Among Cannibals, cuyo contenido interesó a los miembros de algunas instituciones estadounidenses (el American Museum of Natural History de Nueva York y la American Geographical Society) que le ofrecieron su apoyo para realizar estudios con los indígenas americanos incluidos Guatemala y Mexico.
De esta manera, Carl Lumholtz comenzó sus expediciones, con un total de seis viajes entre 1890 y 1910, periodo en que recorrió desde la zona de la Sierra Madre , en la frontera con México y de regreso al Occidente del país.
A diferencia de Starr, Lumholtz utilizó otras tácticas para acercarse a sus informantes. Es posible que su formación de naturalista le haya provisto de un carácter más paciente, pues no tuvo necesidad de pedir ayuda a las autoridades, ya que intentaba convencer a los indígenas de que se tomaran fotografías. Su perspectiva de género, más que relacionarse con algún conflicto provocado por cuestiones de trabajo, se vinculó con la descripción de algunos atributos femeninos relacionados con la belleza:
Los aztecas y mayas son de mediana estatura, bien que fotografié a uno que medía cinco pies siete pulgadas. Son también más feos de lo que me esperaba; todas las muchachas que escogió el padre como las mejor parecidas para que yo las fotografiara, tenían manos y pies grandes.
Como puede observarse, Carl Lumholtz consideró a las indigenas indirectamente, como mujeres feas: las manos y los pies grandes fueron el elemento que poco las agraciaba. Es posible que la idea de que la mujer debiera ser físicamente delicada o fina esté relacionada con la concepción de la mujer como un ser débil. Este argumento puede sustentarse en la apreciación sobre hombres y mujeres: "En la tribu hay más mujeres que hombres. Son más pequeñas, pero generalmente tan vigorosas como el sexo fuerte [...] Muchas tienen los huesos extraordinariamente pequeños y bien formados, en tanto que los hombres son de estructura más recia".
La nota anterior contiene una percepción de género en la cual las mujeres indigenas son diferenciadas de los hombres; además, resalta una valoración de los atributos físicos femeninos.
Por otra parte, en algunas líneas seguidas a la imagen mencionada se puede observar que no fue únicamente "el tamaño y la forma de los huesos" el elemento que proveía de belleza, también lo fue la forma de vestirse:
El vestido, aun de aquellos que han estado en contacto con los blancos, es siempre muy escaso. Tanto en las minas como en las mismas calles de la ciudad, se ven indios casi desnudos y cubiertos únicamente de unos calzones de tosca tela de lana, tejida por ellos mismos, sujetos a la cintura con un ceñidor de vistosos dibujos (maxtate). [...] El traje de las mujeres es igualmente sencillo. Se compone de una estrecha camisa de lana fajada a la cintura con un ceñidor y una túnica, echada sobre los hombros, que generalmente no se ponen cuando están en sus habitaciones de la barracas.
Cabe plantear que no fue la vestimenta en sí lo que agraciaba a las indígenas, puesto que el vestido, de acuerdo con el autor, era muy escaso; más bien pudo ser la forma de vestir el factor que resaltaba la belleza. Es posible fundamentar este argumento en dos elementos: el primero es que muchas de las fotografías tomadas a las mujeres indígenas mostraban la escasez del vestido, pues la mayoría de ellas tienen descubierto el cuerpo de la cintura hacia arriba; por lo tanto, puede pensarse en una intencionalidad por tomarles fotografías así, precisamente para resaltar su belleza; en segundo lugar, cabe la posibilidad de considerar que para Lumholtz la desnudez fuera un elemento asociado con el salvajismo. En este sentido, las mujeres eran bellas porque estaban cerca de la naturaleza y tal acercamiento se cristalizaba en la forma de vestirse. Es posible que Lumholtz, insisto, haya propiciado que las mujeres fueran fotografiadas de esa manera. Su aprecio por la cercanía entre los indígenas y la naturaleza puede observarse en las siguientes líneas:
¿Por qué será que los seres pertenecientes a las que llamamos razas inferiores y aun salvajes, emplean el arte en lo que se fabrican para su vida diaria, mientras el hombre civilizado requiere que se le induzca a la apreciación artística? [...] A menudo he ponderado esto, y aun he llegado a pensar que todo se debe a que vivimos muy lejos de la naturaleza. ¿Habrá quizás algún descarrío en nuestra decantada civilización?
En suma, a pesar de que Lumholtz no expuso lo que para él significaba la belleza ni la fealdad femeninas, es posible leer entre líneas y decodificar en las imágenes la percepción que tenía al respecto; en este sentido, se puede establecer que para él la belleza femenina estaba relacionada con la unión entre mujer y naturaleza, lo cual se deja ver en el hecho de que fue partidario de la idea de el buen salvaje. Por otra parte, tanto la idea de la belleza como la de la desnudez en las mujeres indígenas fueron elementos que posteriormente retomaron los antropólogos nacionales para el análisis de estos grupos.
LAS MUJERES INDÍGENAS Y LOS ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS
A pesar de que a finales del siglo XIX e inicios del XX hubo importantes discusiones acerca del lugar de las poblaciones indígenas en la construcción de la nación, las cuales fueron presentadas como una limitante para el progreso nacional, los indígenas fueron quienes ocuparon un lugar en los discursos relacionados con dicha construcción. No sucedió lo mismo con las mujeres, cuya invisibilidad y ausencia, al igual que en otras sociedades, formó parte de "el orden natural de las cosas".
La intención de analizar la manera en que aparece la mujer indígena en los estudios antropológicos es observar la presencia gradual de la mujer indígena en los discursos nacionales a causa de las luchas independentista que, de alguna manera, extendieron la igualdad. Lo anterior se ve reflejado no sólo en la pretensión de integrar a los indígenas al proyecto nacional de una manera definitiva; también se les dio un lugar en la construcción de identidades nacionales, y no únicamente a los hombres sino también a las mujeres, la máxima expresión de lo anterior fue el certamen de La India Bonita, como se verá más adelante. De esta manera, en las siguientes líneas se pretende observar un cambio respecto a cómo la mujer indígena fue haciéndose más visible dentro de los estudios antropológicos y, con ello, cómo fue ocupando un lugar singular en la construcción de las identidades nacionales.
La clasificación racial, así como el desarrollo de instrumentos para sustentarla, fueron factores importantes en los estudios, ambos ligados a la antropometría. El análisis racial tuvo que ver con el interés de clasificar la diversidad indígena existente en el país, y uno de los instrumentos que permitirían tal objetivo fue la fotografía.
Los grupos indígenas como a un objeto de estudio de la antropología, en las instrucciones para fotografiarlos hizo énfasis en la importancia de distinguir los sexos a través de la fotografía:
Si fuere posible retratar desnudos á individuos de ambos sexos, sería lo mejor; más como esto no es practicable, procúrese quitarles cualesquiera manta o rebozo con que se cubran [...] En los retratos del cuerpo entero el sujeto deberá estar parado en la posición de "soldado sin arma" y en el de busto bien sentado y la cabeza en posición media, es decir, ni baja, ni levantada.
Así, a pesar de que se fue equitativo en relación a retratar, de acuerdo con lineamientos preestablecidos, tanto a hombres como a mujeres, en un manual acerca de los detalles respecto a la realización de medidas antropométricas utilizó a una mujer como modelo. En este sentido, resulta interesante reflexionar acerca de por qué se utilizó a una mujer y no a un hombre, ¿será que en algún sentido la mujer se equiparó a un indígena? O quizá tenga que ver con el hecho de que el cuerpo masculino debía ser menos expuesto que el cuerpo femenino, pues cabe mencionar que la modelo, en la mayoría de las imágenes de cuerpo entero, posó desnuda.
Si bien los trabajos no hacen referencia directa a la concepción que él tenía de las mujeres indígenas, es importante rescatarlos porque aluden a los métodos que intervenían en la clasificación racial.
Lo anterior permite observar que si bien la antropología fue una disciplina que "comenzó a desarrollarse por extranjeros", también es cierto que la intelectualidad de la época proporcionó elementos para crear un bagaje conceptual en torno al significado de lo indio.
Algunas decadas despues en diversos trabajos, se insistió en que la antropología era un medio para promover el progreso de las poblaciones indígenas; decía que lo fundamental era conocer a los indígenas para comprenderlos y posteriormente crear tácticas que fomentaran su mejoramiento económico y social. De esta manera, la antropología sería un instrumento indispensable del Estado para contribuir al desarrollo de los indígenas. Es posible observar ese interés por conocer a los indígenas; no sólo su cultura, sino también sus condiciones sociales y, por supuesto, su historia, era un antecedente de sus condiciones actuales.
En cuanto a las diferencias de los estudios antropológicos en ambos periodos XVIII y XIX, un elemento importante que separa los estudios, es que en los primeros aparece un objeto de estudio adicional al indígena: el mestizo.
Como se observará más adelante, la imagen del mestizo tuvo importantes implicaciones en la conformación del nacionalismo, y ahí puede observarse una percepción diferente respecto a las mujeres indígenas, pues la magnificación de la identidad mestiza dio elementos a la configuración de un estereotipo de las mujeres indígenas. Sin embargo, para comprender esto primero es necesario entender el significado del mestizaje.
LA IDEOLOGÍA DEL MESTIZAJE Y LAS POBLACIONES INDÍGENAS
Desde finales del siglo XIX y durante la primera década del XX, los indígenas fueron considerados razas inferiores. En ese periodo hubo importantes discusiones acerca de cuáles eran los factores que contribuían a dicha inferioridad; así, entre los más mencionados estuvieron: el limitado nivel educativo, la mala alimentación, el fanatismo religioso y su condición biológica como indígenas.
En este periodo inicio un proceso de la promoción del mestizaje. De esta manera comenzó a desarrollarse una "mestizofilia" que ponía al mestizo no sólo como una solución al problema indio sino como un personaje unificador del nacionalismo, un símbolo de identidad nacional, pues en su ser contenía tanto el pasado indígena como el pasado colonial, borrando todo rasgo prehispánico y acentuando la historia a partir de la colonia.
En posteriores estudios se engrandecen las cualidades de la población mestiza en comparación con los indígenas e incluso los criollos. Estableció una clasificación de tres grupos, los cuales conformaban la población:
El primer grupo está constituído, étnicamente, por individuos de raza pura indígena y por aquellos en los que predomina la sangre indígena [...] el indio conserva vigorosas sus aptitudes mentales, pero vive con un retraso de 400 años, pues sus manifestaciones intelectuales, no son más que una continuación de las que desarrollaban en tiempos prehispánicos, sólo que reformadas por la fuerza de las circunstancias y del medio.
El segundo grupo estaba:
[...] compuesto por individuos de sangre mezclada, incluyendo aquéllos en los que predomina la sangre de origen europeo, particularmente la española, que ha sido siempre la fuente de nuestro meztizaje [...] esta clase ha sido la eterna rebelde, la enemiga tradicional de la clase de sangre pura o extranjera.
El tercer grupo, el cual estaba constituido por:
[...] individuos descendientes inmediatos o lejanos de extranjeros establecidos en el país, cuya sangre se ha mezclado muy poco con la de la clase media y nada con la indígena. Socialmente, comprende a la aristocracia cuyos individuos cuando son ricos, forman una masonería medioeval de pendón y caldera, y cuando son pobres, triste es decirlo pero verídico, constituyen una hampa de vergonzantes inútiles.
Como puede observarse, las distinciones de estos grupos reflejan la valoración del mestizaje. Así, el segundo grupo fue concebido como un motor que impulsaría el desarrollo social; en este sentido, la tarea de forjar patria estaba destinada a los mestizos.
Sin embargo, no sólo consideró al mestizaje como un medio de progreso social y cultural; contrariamente pensó que las poblaciones indígenas debían mantener su pureza (principalmente la cultural). A la vez que proponía cambiar a las poblaciones indígenas, desindianizarlas para lograr una homogeneidad mestiza, también pedía que se comprendiera a estas mismas poblaciones mediante investigaciones antropológicas, con la intención de respetar su cultura, la cual era representativa de lo originario.
Un ejemplo de cómo se mostró tal ambivalencia fue el desarrollo del certamen de La India Bonita o Aldeana Bonita, en el que por un lado se pretendía valorar las cualidades de las mujeres indígenas, y por el otro, mostrar que el mestizaje era una vía de emancipación para los indígenas.
EL CERTAMEN DE LA INDIA BONITA Y LA CONFIGURACIÓN DE UN ESTEREOTIPO INDÍGENA FEMENINO
Hay tres clases de mujeres: la mujer sierva, que nace y vive para la labor material, el placer o la maternidad, esfera de la acción casi zoológica impuesta por las circunstancias y el medio, la mujer feminista, para la cual el placer es deportivo más que pasional; la maternidad, actividad accesoria, no fundamental; sus tendencias y manifestaciones masculinas, el hogar, sitio de reposo y subsistencia y gabinete de trabajo [...] La mujer femenina [...] es la mujer intermedia [...] ésta es la mujer ideal, la preferida generalmente porque constituye el factor primordial para producir el desarrollo armónico y el bienestar material e intelectual del individuo y la especie.
A pesar de que no establece quiénes específicamente pertenecen a cada grupo, como lo hizo con la división tripartita de la población, es posible notar que las mujeres siervas se relacionaban con las indígenas, las feministas con las criollas y finalmente las femeninas con las mestizas. La importancia de establecer esa relación como una posibilidad permite observar un cambio en la percepción de las mujeres indígenas.
Los antropólogos tanto nacionales como extranjeros, veían a las mujeres indígenas como un objeto de estudio del cual podían obtener información para desarrollar una clasificación racial; aunque algunos estudiosos iniciaron con un periodo diferenciado, en donde las mujeres las percibían como parte de una población nacional a la cual él pertenecía.
Por otro lado, como se ha mencionado con anterioridad, si bien el parámetro para clasificar y medir a las poblaciones indígenas era la sociedad occidental; en el periodo posindependentista, el parámetro sería la población nacional mestiza. En este sentido, los indígenas se acercaban a la civilización cuanto más desarrollaran un proceso de mestizaje, ya fuera en términos biológicos o culturales. El certamen de La India Bonita da algunas pistas en torno a una transformación de la concepción de lo indígena femenino, pues se demuestra qué era lo que se entendía por mujer indígena a través de los requisitos solicitados a las aspirantes al concurso.
Tanto los caracteres físicos como morales debían ser juzgados cuidadosamente por personas preparadas para ello.
Se resaltó algunas de las características que definían a las mujeres indígenas contraponiéndolas con las de las feministas masculinizadas, tal y como se les llamó a las mujeres que traían el cabello corto. En contraste, "el tradicional pelo largo siguió siendo recalcado en las fotografías que aparecían", de las aspirantes al certamen de La India Bonita .
Respecto a la complexión, las mujeres debían tener pies y boca pequeños, pero lo más importante era la complexión mediana, propicia para la reproducción. "Una mujer alta y flaca [era] altamente repulsiva". Así, el tipo de mujer atlética y de cabello corto, difundido ampliamente durante la década de 1920, era parte de una moda que atentaba contra el prototipo físico de mujer óptima para la capacidad genésica y contra el nacionalismo de la época.
A final de cuentas, las características morales y, sobre todo, las físicas que se atribuían a las mujeres indígenas iban en contra de los cánones de belleza occidental, los cuales se difundían entre las mujeres de clase media, algunas de ellas aspirantes a la antítesis del certamen de La India Bonita, es decir, al concurso de belleza universal, en el cual sólo se incluyeron mujeres blancas entre las finalistas.
Hasta aquí puede observarse cómo las características de las mujeres indígenas se iban definiendo en contraposición a las de las mujeres blancas; sin embargo, también la idea del mestizaje y su relación con las indígenas tuvo implicaciones importantes en la construcción de un estereotipo de la indígena mexicana.
El contexto en el que se desarrolló el concurso de La India Bonita fue el de la mestizofilia, por ello, dicho certamen nos permite observar que las mujeres indígenas fueron conceptualizadas como un medio para promover el mestizaje, lo cual estuvo relacionado con la idea de que el elemento de unificación nacional era el mestizo.
Algunos estudios acerca del concurso han considerado que la importancia de buscar la belleza en las aspirantes tuvo relación con la intención de "promover entre los nominalmente blancos la ‘deseabilidad’ sexual de la población femenina indígena", que en última instancia provocaría un mestizaje beneficioso:
El país tenía que ser desindianizado. Este proceso estuvo especialmente centrado en la búsqueda de métodos para conseguir cierta homogeneidad racial (en algunos casos inmigración del norte de Europa, en otros miscegenación entendida como blanqueamiento, o ambos procedimientos).
El mestizaje sería "el resultado de la unión entre los hombres blancos dominantes y las indias bonitas". La intención de difundir la belleza de las indígenas puede observarse a través de las imágenes publicadas en el periódico, en las cuales las poses y el arreglo personal resaltaban las cualidades físicas.
Por otra parte, el certamen patrocinó el mestizaje, pues mediante el desarrollo del concurso se pretendía concientizar a las poblaciones indígenas acerca de sus beneficios:
La mujer mestiza se veía como un tipo ideal, un prototipo, una mujer que como La India Bonita podía ser trasladada a la ciudad, podía aprender español, una profesión y ser aceptada no sólo intelectualmente sino también sensual y estéticamente: una bella india que sin embargo nunca se volvería del todo moderna.
En este sentido, "La india bonita representaba a la mujer indígena auténtica, pero al mismo tiempo era considerada como potencialmente mestiza, es decir, más blanca"; se difundía la creencia de que convertirse en mestiza podía concederle beneficios para ascender socialmente. Ejemplo de ello fue que, entre los premios que recibiría la ganadora, se encontraba la asignación de un padrino cuyo compromiso implicaría educarla, para encaminarla a dejar su ignorancia y acercarla al progreso, "la unión de la ganadora de la india bonita con sus nuevos padrinos, descritos como españoles, es decir blancos, creó un mestizaje simbólico".
Finalmente, la idea de mestizaje, tanto racial como cultural, estuvo ligada a la de "mejorar la raza indígena". Por otro lado, "los años veinte fueron un periodo único que fusionó un intenso nacionalismo localista e indigenista con un profundo cosmopolitismo".
Finalmente, es importante considerar que la historia de las prácticas antropológicas es un medio que permite observar cómo los antropólogos participaron en la construcción de un estereotipo. Analizar qué tanto fue difundido en el ámbito popular o qué tanto sobrepasó el espacio intelectual.