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domingo, 1 de julio de 2018

LA PROSTITUCIÓN EN LA ÉPOCA POST-INDEPENDENTISTA


LA PROSTITUCIÓN INDÍGENA, MESTIZA Y NEGRA EN LA ÉPOCA POSTINDEPENDENTISTA

Consideradas el estrato más bajo durante este periodo, las mujeres indígenas y sexoservidoras tenían que pagar impuestos y llevar un registro de salud
 En medio de una época conservadora a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, el papel de la mujer se desempeñaba únicamente a las labores propias de la familia y el hogar, por lo que otra actividad como la prostitución era vista con asombro, desprecio y discriminación.
 El oficio más viejo del mundo encontró una forma de crecer y con el tiempo de establecerse como una actividad rentable en las ciudades pobladas de la época.
 Las mujeres indígenas se enfrentaban a diversos cambios, primero el rápido cambio del campo a la ciudad, los procesos industriales introducidos con el ferrocarril y la moral.
 Las sexoservidoras indígenas y mestizas de finales del siglo XIX se adaptaron a las circunstancias y supieron rentabilizar sus encantos, situación que les otorgó cierta independencia y poder ante el manejo de su cuerpo, pero las ubicaba en el estatus de personas indeseables y relegadas de la sociedad.
 Registro fotográfico como medio de control
En la época de contaba con un registro fotográfico sobre la prostitución, los cuales abarcan de 1890 a 1969 con imágenes de mujeres que se dedicaban al comercio sexual regulado.
En términos históricos tiene una gran relevancia, debido a que se comenzó a generar uno de los archivos visuales más voluminosos  del pais.
Fue hasta 1875 que se propuso la creación de un mecanismo de control sanitario en burdeles y en 1881 se realizó un reglamento, pero se puso en marcha hasta 1890, lo que requirió de un registro fotográfico para su manejo.
 La importancia de realizar un registro fotográfico se debió a una necesidad de regular una actividad “tabú” por su forma de crecimiento acelerada.
 La prostitución se convirtió en una empresa rentable por medio de los burdeles. En 1895, se estableció el primer reglamento donde las dueñas pagaban impuestos ante la Tesorería Municipal, se les indicaba la cantidad por apertura y registro de “mesalinas” a su cargo. Fue entonces, cuando se convirtió en un negocio legal, clasificado en tres categorías, lo mismo que las prostitutas, ya que, de acuerdo al rango era la cantidad a pagar.
 La prostitución fue considerada un problema social y religioso desde el Virreinato y en la época independentista se consolidó en una reglamentación. Esta actividad estaba calificada por debajo de los criminales, enfermos mentales, homosexualidad y vagabundos.
A diferencia de otros oficios realizados por las mujeres en esa época, las sexoservidoras tenían ingresos, pero al estar reguladas debían de pagar impuestos, con horarios y lugares establecidos; esto en el caso de las reglamentadas, ya que la actividad se movía en la clandestinidad.
Las autoridades a finales del siglo XIX buscaban brindar servicio médico y control de la moral a las también llamadas “mujeres públicas”. Este tipo de medida estaba inspirado en el modelo francés de sexoservicio de 1865.
En el registro fotográfico y sanitario resaltan los siguientes datos: el nombre, las dueñas de los burdeles, sus categorías, sus agremiadas, el tipo de control sanitario al que eran sometidas, fecha de alta y de baja en la actividad, salidas de la ciudad, nacionalidad, edad y filiación completa.
Aunque en los registros no destacan los orígenes étnicos, las autoridades tenían la clasificación de “claras”, "indias" "negras" “oscuras”, “trigueñas”, “morenas”, “blancas”, “oscuras”, “rosadas” o “amarillas”.
Las fotografías eran tomadas en su mayoría de pie, destacan la ropa de la época y aspecto según la categoría de prostituta, lo que determinaba su joyería, peinado, vestido, etc, dicho registro se entregaba en forma de tarjetón.
El reglamento de ese tiempo tenía una serie de normas que establecían algunas restricciones cómo, evitar escándalos fuera y dentro de la casa, malas apariencias y faltas a la moral pública, vestir con decoro y salir acompañada de un hombre; asimismo, se les pedía tener una afiliación religiosa y contar con un hospital especializado en ETS.
 Las edades abarcaban desde los 14 hasta los 41 años. La productividad de una mujer se establecía en su juventud, ya que las ETS eran la principal causa de muerte.
 Este acervo fotográfico forma parte de una importante colección visual del Archivo Histórico el cual recopila fotografías de sexoservidoras de diversas edades, estratos sociales y datos médicos, también cuenta con informes policiacos, partes médicos, infracciones, multas, quejas, licencias, denuncias, formatos de descontento y resistencia, además de redes de apoyo y solidaridad por el oficio.
 Los registros dejan nulos datos sobre la identidad de los clientes, aunque a grandes rasgos se sabe que asistían a las casas de citas los artesanos, agricultores, trabajadores de gobierno, vendedores, cargadores, aguadores, policías e intelectuales de la época.
 Obligaciones de las sexoservidoras
 Los deberes y obligaciones de las “mujeres públicas” eran: inscribirse al registro en la jefatura de policía, estar pendientes de su registro médico los martes y jueves, llevar su tarjetón de identificación, no vivir en vecindades, no agruparse en lugares públicos, vestir de forma decente y no hablar groserías, no hablarle a hombres con niños y mujeres ni hacer tratos ilícitos con adolescentes, avisar del cambio de domicilio y avisar en caso de dejar el oficio, pagar la cuota de uno a dos pesos según la categoría a la que pertenecieran.
Cabe destacar, que este registro no fue un salvamento para el comercio sexual, ya que los datos históricos muestran que la venta de mujeres, la influencia de los proxenetas y los burdeles fiscalizaban dicha labor.
La prostitución durante la época fue un trabajo con muchos matices, por una parte daba a la mujer indigenas, mestizas y negras cierta independencia económica, pero la confinaba a la desaprobación social, eran fichadas como “malas mujeres” y pertenecían al estatus social más bajo.