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PUBLICACION REVISTA D

jueves, 29 de octubre de 2015

MAXIMON EL SANTO DE LOS PECADORES


MAXIMON EL SANTO DE LOS PECADORES

¿Por qué tanta gente en Guatemala sigue siendo devota de un muñeco grotesco, vicioso, con la mirada enigmática, símbolo de corrupción y transgresión moral?

Rilaj Mam, Maximón, San Simón o, más cariñosamente, hermano Monchito, reúne en una sola figura la ambigüedad identitaria y el conflicto cultural propio del país, su pasado y presente de opresión y resistencia; derrotas y revanchas, buenos propósitos y malas prácticas.
Los que no creen en él... lo tachan de borracho, parrandero, adúltero, fornicador, alcahuete. Los que creen en él... lo buscan precisamente para pedir remedios a estas y otras perversiones. Indiferente a la conflictividad que provoca en la opinión pública, el Santo Borracho ofrece remedios, bendiciones y esperanzas para todos: adultos, ancianos, jóvenes y niños.
La larga fila de fieles que se desanuda bajo el sol frente a la capilla de culto en San Andrés Itzapa, el pasado 28 de octubre, está compuesta por hombres, mujeres, transexuales, indígenas, ladinos, gente de bajos recursos económicos y personas más adineradas. Los devotos se limpian frente a las imágenes del santo a golpes de escupitajos de guaro en la cara y sacudidas de ramos de hierbas en la frente, el pecho, las espaldas y bajo los brazos. Los sacerdotes mayas, intermediarios de las penas terrenas, fuman largas y profundas caladas de puro en número proporcional a la gravedad del favor solicitado por sus asistidos. Música asordante de mariachis se funde con la neblina de humo de tabaco que llena el cuarto de veneración. Todo se vuelve pegajoso por la gran cantidad de guaro tirada al suelo, encima de las imágenes sagradas y de los creyentes. Afuera de la capilla, decenas de ceremonias en honor a Maximón siguen realizándose desde días, sin parar, y el clima de feria patronal absorbe y paraliza el pueblo entero con su humo de comida de parrilla y el ritmo a “pachangón” propio de estos eventos.
En la obra Los escándalos de Maximón, el investigador Michael Mendelson describe al Maximón como el padre de los rezadores, guardián de las locuras y de otros fenómenos afines. Lo define como el traidor, tomando en consideración la posición irreverente que la deidad asumió, a lo largo de los siglos, tomando semejanza del conquistador Pedro de Alvarado para burlarse de la civilización de los conquistadores y hacia el Cristo católico, asumiendo el aspecto de Judas.
El autor vislumbra en el Maximón la negociación y el camuflaje identitarios del pueblo indígena percibidos de forma conflictual como tradición. La propia imagen del santo representa la expresión de la autopercepción del indígena oprimido (y corrupto) por la colonización y del proceso de “ladinización” de la sociedad, la cual se amplía, a su vez, por la autopercepción del ladino, cuya construcción identitaria nace y se articula de un núcleo cultural indígena “otro”, asumido con dificultad. Maximón, en todas sus variantes expresivas, traduce la hibridación intercultural ocurrida en Guatemala con conflictividad, a lo largo de los últimos siglos, subrayando la ambivalencia de fondo, madurada a través de la negación y la afirmación, la vergüenza y el orgullo.
La figura del Maximón niega y, al mismo tiempo, construye la identidad maya-ladina, inventando contenidos culturales que van más allá de los eventos propiamente históricos, para llenar el vacío causado por la opresión colonial y negociar cultura, económica, social e ideológicamente las nuevas exigencias de expresión social.
Sin dejar más espacio a reflexiones socio-antropológicas serias y, tal vez, un poco aburridas, ¿quién mejor que Maximón representa el espíritu chapin?