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PUBLICACION REVISTA D

viernes, 27 de marzo de 2015

EL HUIPIL: TEJIENDO IDENTIDAD


EL HUIPIL
TEJIENDO IDENTIDAD

La palabra huipil esta palabra deriva del vocablo náhuatl huipilli, que significa “mi tapado”. (en algunos idiomas mayas se conoce como po't). El idioma náhuatl fue introducido en Guatemala, desde el centro de México, por los indígenas que mantenían un comercio intenso con Mesoamerica, desde muchos siglos antes de la conquista, y luego se establecieron en Guatemala con los españoles.

El huipil era una prenda de uso común entre los diversos grupos étnicos que poblaban Mesoamérica en la época prehispánica. A la difusión de la palabra huipil debe haber contribuido la necesidad de facilitar la comunicación y el comercio entre los indígenas guatemaltecos, hablantes entonces de una veintena de idiomas mayas.

En sus orígenes, el hüipil se usó únicamente con carácter ceremonial, y se remonta al Clásico Medio (500-600 d.C.). En figurillas de cerámica, se pueden apreciar mujeres de la élite que aparecen ataviadas con una especie de túnica suelta, sin mangas, elaborada con dos o más lienzos añadidos, y cuyo largo variaba desde la rodilla hasta los tobillos. Esta prenda también aparece representada en otros objetos, que han perdurado hasta nuestros días, como ciertas vasijas de cerámica policromada.

Desde entonces persisten, en el huipil actual, rasgos como su forma rectilínea y la tecnología empleada para elaborarlo, basada en el uso del telar de cintura. A partir de los inicios del siglo XVI, la prenda se transformó, a raíz de la conquista y la colonización europea; entonces se incorporaron nuevos materiales, como la seda. En algunos poblados empezó a tejerse en el telar de pedales, y a ello hay que sumar la adopción de nuevos motivos decorativos. Con el paso del tiempo, una serie de innovaciones en los materiales, diseños, y otros elementos han ido transformando el hüipil hasta hoy.

En la historia se han dado una serie de cambios han erosionado la vida tradicional de las comunidades indígenas y por ende, el universo de sus textiles: por ejemplo, la migración a los centros urbanos y a otros países; la disponibilidad de mejores vías y medios de transporte, que facilitaron el comercio entre las comunidades; el terremoto de 1976 y el conflicto armado (1960-1996), dos eventos que marcaron nuestra historia; recientemente, también la globalización que llegó hasta los pueblos que permanecían aislados.

El factor económico también ha jugado un papel importante en esta época de incesantes cambios. El costo de los huipiles distintivos ha incrementado notablemente, lo que obliga a muchas mujeres a adquirir blusas carentes de rasgos específicos de un determinado lugar, como ocurre con las blusas bordadas a máquina con motivos florales, llamadas por los antropólogos, prendas “generalizadas”.

Otro cambio significativo, ocurrido antes en unos lugares que en otros, fue que se difundió la moda de vestirse con huipiles procedentes de otros poblados, según el gusto personal. Para algunas mujeres, esta moda es símbolo de un mayor poder adquisitivo; para otras, profesionales o intelectuales, por ejemplo, es una manera de representar la hermandad, la solidaridad y el orgullo étnico. Esto es parte de la modalidad del traje que los antropólogos identifican como “pan-maya”.

Así, una mayor intromisión del mundo moderno rompió la fuerte conexión que existía entre las portadoras del traje y sus poblados. Transformó los códigos del traje específico de muchos municipios y aldeas. Se quebrantaron las normas que dictaban el uso de los huipiles tradicionales. En todo caso, aunque se conserven rasgos distintivos, ha aumentado la influencia de un poblado en otro, como la imitación de diseños, colores y materiales.

Estos cambios en el huipil y en el traje van de la mano con las transformaciones que se han dado en el seno de la cultura Maya, que incluyen nuevas formas de construir la identidad a nivel grupal, más allá de las fronteras locales y regionales.

Actualmente son 117, distintivos de igual número de municipios, pertenecientes a 17 de los 22 departamentos de Guatemala.

Como resultado de la evolución de los huipiles -que se ha acelerado en las últimas décadas- algunos ejemplares ya forman parte de la historia: San Pedro Ayampuc (Guatemala), Magdalena Milpas Altas y San Bartolomé Milpas Altas (ambos en Sacatepéquez).

Otros de los estilos están por desaparecer pues se mantienen gracias a un número muy reducido de tejedoras, como ocurre en Acatenango (representado por el huipil de la aldea Nejapa) y en Santa Cruz Balanyá (Chimaltenango), así como Alotenango, San Miguel Dueñas y Santa Catarina Barahoa (todos en Sacatepéquez).

En lugares como Santa Catarina Palopó (Sololá), el estilo característico se ha transformado de tal forma que dio lugar a otros, que coexisten.

También hay blusas. Se trata de municipios que deben haber sufrido mayor influencia de la tradición española, que se inició con la conquista y la colonización a partir de 1524 (San Luis, en Petén; Santa Lucía Utatlán y Santa María Visitación, en Sololá; Santa Cruz del Quiché, en Quiché).

En los municipios situados en la Costa Sur, las mujeres tienden a usar blusas debido a que acostumbraban dejarse el torso descubierto antes de que la influencia foránea llegara a estos poblados.

Cada huipil es único. Refleja las destrezas y gustos de la tejedora o bordadora que lo elabora. Algunos llevan una marca personal que identifica a la creadora.