Interculturalidad y multiculturalidad: el dilema de Guatemala
Guatemala.- Con una población mayoritariamente indígena, Guatemala extrapola la dicotomía shakesperiana de "ser o no ser" a los conceptos de interculturalidad y multiculturalidad, sin conseguir zafarse la aureola de un país racista.
Los indígenas, en particular los mayas, a partir de quienes se erigió la identidad nacional y se le reconoce a esta nación en el escenario mundial, constituyen más del 60 por ciento de los 11,2 millones de habitantes, pero su condición marginal los convierte en ejes de un complicado e interminable debate político y social.
Si bien en el panorama guatemalteco la Constitución rechaza de modo explícito el racismo, la exclusión y el abuso por cuestiones de etnia, credo o color de la piel, en la práctica la situación es tan añeja y real como insostenible, y se diluye en teorías e ideologías que pretenden fustigar o justificar la opresión social. En entrevista exclusiva con Prensa Latina, la antropóloga social Irma Alicia Velásquez Nimatuj, defiende que su país es, en esencia, multiétnico, multirracial y plurilingüe, pero advierte marcadas diferencias entre multiculturalidad e interculturalidad, acuñaciones que con frecuencia suelen ser trastocadas.
Velásquez, de origen quiché y parte de la pequeña burguesía indígena en Quetzaltenango (occidente del país), admite que en el desarrollo del principal grupo étnico confluyen no sólo la prosperidad económica y toma de conciencia, sino también divisiones clasistas, contradicciones, sectarismos y reivindicaciones.
"Pueden existir procesos de discriminación dentro de los mismos indígenas, pero como expresión de clase. Lo que no existe es una opresión racial de uno hacia otro", indicó al explicar que la burguesía indígena tiene asalariados, pero no los trata como a indios, no utiliza epítetos raciales, pues son de igual condición.
Desde su perspectiva, en Guatemala el racismo es generado desde las élites, no sólo lo produce el Estado, también la gente poderosa económicamente, y lo que ocurre es que esas cúpulas producen el racismo y quienes más lo absorben y lo reproducen son las clases medias, que muchas veces son pobres igual que los mayas.
Aunque negó que prevalezca el racismo entre los propios mayas, la autora del libro La pequeña burguesía indígena comercial de Guatemala reconoció que en las clases medias, tanto en colegios como lugares públicos, se dicen unos a los otros para insultarse "no sean indio", "ya se te salió lo indio", o "soy pobre, pero no indio".
"El racismo viene de las élites, pero en niveles intermedios se termina reproduciendo el discurso de quien es su principal opresor". Al profundizar en el tema, Velásquez no descarta la interculturalidad como es uno de los caminos, uno de los proyectos para construir una nación diferente, "y no está mal. El problema es ver quiénes quieren entrar a ella y cuáles son los niveles de conflicto que la interculturalidad tiene".
En opinión de la doctora en Antropología Social, la existencia en un mismo escenario de un ladino, un negro y un indígena no determina que haya interculturalidad en el país, pues se necesita llevar el concepto incluso a la educación, dentro de la cual no hay espacios para que armonicen niños mayas y ladinos, garífunas y xinkas.
Precisamente, la inaccesibilidad del pueblo maya a una educación adecuada es la razón de que exista tanta división entre éstos, "pero provocada desde afuera, pues al no haber educación, cuando alguien no tiene qué dar de comer a sus hijos y a su mujer no está pensando en procesos políticos, no está pensando en participación".
Según Velásquez, hay muchos instrumentos legales para poder revertir la situación y bastara sólo cumplirlos para que los mayas transformaran considerablemente sus condiciones, sin embargo, "no lo pueden hacer porque están pensando en cómo comer".
En fincas del occidente del país, como en Quetzaltenango, los salarios son de 10 quetzales diarios (1,10 ó 1,20 dólares) por jornal para alimentar a cinco miembros de familia como promedio. "Mientras eso no cambie, no va a haber participación política real", vaticinó.
Sin embargo, los cambios en la educación guatemalteca, en lugar de ser ágiles y radicales, se han ido haciendo progresivamente desde la perspectiva maya, con una cada vez más creciente intelectualidad que "ha ido tomando poder", copando determinadas instituciones y modificando algunos textos, "pero nada profundo". "Pensar en esos cambios profundos va a requerir de mucha voluntad política de los gobiernos, pero también de mucho trabajo político de las organizaciones indígenas", aclaró Irma Alicia, quien el pasado año acaparó los primeros planos noticiosos del país por ser blanco de un bochornoso escándalo de discriminación racial.
Al ahondar en la multiculturalidad, dijo que es el reconocimiento de las culturas, pues "en Guatemala existe el discurso de que éste es un país multicultural, compuesto por cuatro pueblos, y te lo dice desde el presidente Alfonso Portillo hasta el presidente de la Cámara de Industria (cúpula privada) o el sindicalista".
Es mucho más que eso, aseguró, en tanto no hay proyectos claros de construir una multiculturalidad en el país que implique un reconocimiento mutuo de las culturas, hecho que apenas "está en proceso de construcción, en proceso de presentación".
El sector privado ladino (el más acaudalado) no quiere reconocer los Acuerdos de Paz firmados en 1996, "que son los únicos que reconocen la multiculturalidad del país", indicó Velásquez, graduada de periodismo investigativo en la Universidad Internacional de La Florida, Estados Unidos.
Al respecto, coincidió con otros analistas en que la Constitución de Guatemala no habla de multiculturalidad, de ahí que se le considere racista y sea imperativo reformarla.
Tras alertar de "serias limitantes" para lograr abrir con amplitud espacios en los que sea posible hablar de diferencias y discutir, la investigadora se pronunció por una gran mesa donde "podamos escuchar a los diferentes pueblos y organizaciones, para avanzar en la multiculturalidad y, luego, en la interculturalidad".
Entiende, sin embargo, que "no va a ser fácil", en tanto esta nación centroamericana tiene una serie de discusiones que se han ido quedando pendientes a través de tiempo y eso está ligado a los procesos económicos.
"Ningún maya te va a decir que este país es intercultural y multicultural, si se está muriendo de hambre", remarcó.
Si bien negó rotundamente la existencia de un "racismo al revés", admitió que el problema "tiene que ver con la construcción del Estado guatemalteco, que se construyó en 1821 con una ideología mirando hacia Europa, queriendo ser una nación europeizada y queriendo tener todos esos valores".En esa concepción de nación el indio estaba en la categoría más baja y eso explica por qué este país tiene estructuras racistas históricas, por eso cuando se habla de que los indios son racistas, no podemos serlo porque nosotros no creamos eso, no creamos las leyes de este país, nunca hemos dirigido este país. "Lo que sí podemos ser es discriminatorio", agregó, al señalar como ejemplo reuniones de mayas en las cuales no aceptan que alguien de otra etnia participe. "Eso es discriminación, pero como respuesta a todo el proceso que han venido viviendo los indígenas", fundamentó la doctora en antropología social de la Universidad de Texas.
TOMADO: Perspectiva ciudadana.