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PUBLICACION REVISTA D

jueves, 24 de noviembre de 2011

DOCUMENTAL: UN INVESTIGADOR VESTIDO DE TAA'TA


UN INVESTIGADOR VESTIDO DE  TAA’TA

CESAR MORALES DE LA ROSA


De niño, me tocó observarles su actitud violenta: todo lo arreglaban a puros vergazos. Y en esas batallas campales corrió la sangre y hasta se segaron vidas. Y fue aquella respuesta de siempre: “¡son los indios de la montaña!”. Andando el tiempo iba a despejar la incógnita: que los habitantes que conformaron mi departamento eran pokomames hacia el sur y singuas hacia el norte. Vaya, vaya, con qué razón tanta rebeldía. Y saben qué; eso soy, a ese pueblo correspondo, y entonces de ahí viene lo de: “Soy puro Sanrisay”. Sin mayores conocimientos, y hasta sin razonar en lo más mínimo, me causó alguna curiosidad la diferencia marcada entre los dos pueblos de Pinula y Jilotepeque y la parte de la comunidad de Santa María Xalapán.

Por mi condición paupérrima tuve que emigrar hacia Santa Rosa y hago contacto con los Ortiz, los Villalta y los Sánchez de Jumaytepeque; y empecé a observar similitudes con aquella gente que había dejado atrás; incluso hasta sus rasgos fisonómicos, sus actitudes, su forma de hablar, y hasta como pensaban. Me hablaron de la nía Fabiana y me la pintaban como si fuera la abuela Calel y hasta me llevaron para conocerla. 

Casi de inmediato me obligaron empezar la investigación. “Sabés qué vos Tata —me decía Apolinario Ortiz, así frunciendo la cara—, vos deberías ir a conocer el cerro”. Bueno: estoy hablando del principio de los años 70, es decir, 20 años después empezaba a comprender el misterio y a entrelazar la información; hurgué los archivos y encontré las Cartas de Relación donde don Luis Luna le decía al Rey de las Españas: “Me apena sobremanera, que esta gente se me quede viendo y ya luego se los trague la maleza”. Hablaba el Corregidor de Guazacapán de los indios salvajes que habían atentado contra la vida de don Pedro de Alvarado en su paso hacia Cuscatlán. Pero más significativa iba ser la desgarradora confesión que hacía don Juan Pérez Dardón: “Estos indios rebeldes nos van a acabar; parece como si nacieran de a poco, como si fuesen zompopos brotando de la tierra”.

¿Y qué pasó? Bueno; en efecto, los singuas fueron un pueblo humillado, tratado como salvaje, como si fueran bestias irracionales. Como no fueron vencidos en el campo de batalla, se les quiso esclavizar y entonces huyeron hacia la montaña y desde allá aprendieron a defender su patrimonio. En tiempos de la Colonia hicieron viaje a España y le fueron a decir al Rey que paz no iba a haber mientras los persiguieran y no respetaran sus tierras. Así fue como se les dio Cédula Real y pusieron como garante a la Santísima Virgen María. Los posteriores gobiernos surgidos de la independencia quisieron otra vez volverlos a reprimir, pero les recibieron a puros riendazos. Hasta el mismo Barrios ordenó que ya no se tocaran estas tierras. A raíz de la Firma de la Paz y los Acuerdos de los Pueblos Indígenas, se quiso hacer creer que el pueblo xinka no existía y que su lengua estaba muerta. Entonces surgieron varias organizaciones reivindicando el derecho a ser reconocidos dentro del contexto etnográfico del país. Hasta llegar a la conformación del Parlamento del Pueblo Xinka de Guatemala, PAPXIGUA que se nutrió en la parte ideológica de las investigaciones que había venido haciendo en beneficio de este pueblo que resulta siendo mi propio pueblo. Ya organizados en parlamento, surgen las comisiones y dentro de este concepto la Universidad Rafael Landívar, en 2006 patrocina el Informe de Investigación del Universo Vocabular, Temático y Fonémico del Idioma Xinka. 

POR: César Morales de la Rosa