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PUBLICACION REVISTA D

lunes, 13 de octubre de 2014

LAS ABUELAS QUE REZAN, CUENTOS, LEYENDAS Y CREENCIAS XINKAS


LAS ABUELAS QUE REZAN
CUENTOS, LEYENDA Y CREENCIAS XINKA

Me la contó mi abuelita, doña Pachita, y yo ya tengo noventa y siete años, ¡imagínese usted, hace ya cuánto tiempo que pasó! Decía que mi tío Ernesto, su hermano, era muy incrédulo con las ánimas de la gente mayor, no creía en ellas. El Día de las difuntos en Jalapa se acostumbra tener toda la casa muy limpia, barrer, no dejar ropa sucia y tener todo muy arregladito para cuando lleguen los muertitos. 

Mi tío, como era muy incrédulo y no creía en las ánimas, se fue de cacería ese sagrado día, aunque mi abuelita le había dicho que no se fuera, que tuviera más respeto, que ese día era para rezar y esperar a las animas de los difuntos. Ese día mi abuelita había puesto el Altar y la ofrenda para las ánimas de las abuelas fallecidas; pero a él no le importó y se fue con otros señores a su santa cacería, hizo su voluntad.

Cuando regresó nos contó que yendo por el cerro, vio unas luces que venían hacia ellos, y que le dijo a uno de sus amigos:

- ¡Mira, Aurelio, ahí viene el guardian, debe que anda perdido, mira cuánta luz viene, bajémonos salgamos del camino!

Entonces, temerosos se bajaron del sendero. En ese momento oyeron un murmullo que se acercaba, como que algunas personas venían rezando. Se escondieron atrás de una arboleda y vieron unas ánimas que venían rezando, eras las abuelas que ya habian muerto y otras que no conocia, y que iban a entrar a la ciudad.

Cuando regresó mi tío y se acostó, le dio muchísima fiebre, alcanzó los cuarenta grados y su cabello se volvió completamente blanco del susto que se llevó, pues dijo que las ánimas eran muy calmas pero daban un miedo helado que se metia por la piel, grises, descarnadas, y con la mirada llorona.

Desde entonces, don Ernesto se quedó tartamudo. Por eso en Jalapa dicen que ese día de los difuntos debes de tener mucho respeto, porque está dedicado a ellas y se las debe reverenciar y respetar, nada de irse por ahí de cacería o a beber alcohol. ¡Esta triste historia mi abuelita me la contaba como verídica… y yo la creo tambien!